Es un grave pecado el dudar de la misericordia de Dios y no acudir por el perdón pensando en que Dios no nos absolverá. Debemos recordar que precisamente por nosotros, los pecadores, Jesús dio su vida. Ahora bien, siguiendo este mismo discurso debemos ser consientes de dos cosas: la primera es que la misericordia de Dios es infinita y por otro lado que él nos perdonará tantas veces como vayamos a él arrepentidos y con el FIRME propósito de no pecar y de apartarnos de las ocasiones de pecado. El pensamiento que nos propones es precisamente el que el demonio propone al pecador: “para que te confiesas si vas a volver a ofender a Dios” y es triste que TANTISIMOS hermanos y hermanas le hagan caso, pues lo único que pretende es mantenernos lejos de Dios. Dios, como lo dice el salmo 103 (102), conoce claramente de que barro estamos hechos y por eso no nos trata como merecen nuestras culpas, sino que tiene siempre misericordia de nosotros. Un estupendo autor, Osvaldo Cuadro M., basado en el texto de San Juan 15, 5: “sin mi nada pueden hacer”. Esta consiste en dejar que sea el Espíritu Santo quien venza en nosotros. En libro “Cómo llenarse de Dios” nos presenta el autor la realidad del pecado, de esa fuerza terrible que nos lleva a hacer lo que no queremos y a evitar lo que nos gustaría hacer. Esta fuerza es tan superior a nosotros, que nosotros poco o nada podemos hacer por evitarla. Es pues necesario que sea vencida por Dios mismo, por lo que la actividad del cristiano se centra en dos tareas: Evitar las ocasiones en donde sabemos que nos ponemos en peligro y aumentar la vida espiritual (especialmente la oración y el ayuno) para permitirle al Espíritu vencer en notros al pecado que nos busca tiranizar.
Con esto en mente, el cristiano ciertamente siente pena, tristeza y vergüenza de ser lo que es: UN PECADOR, pero al mismo tiempo sabe que Dios lo conoce, que sabe que no hay fuerza en él por lo que está siempre dispuesto a darle la gracia para vencer al pecado. Por ello, de nuevo tendríamos que decir que el único que está derrotado es el que no se acoge al poder de Dios, el que se da por vencido, el que duda de la misericordia de Dios, el que no pone nada de su parte, en una palabra, el que ha decidido permanecer en el pecado. Que jamás te de vergüenza ser un pecador pues Dios ama al pecador y detesta el pecado. Apártate de las ocasiones, lugares, conversaciones, personas, en fin de todo aquello que pueda ser ocasión de pecado y lucha con todas tus fuerzas por alcanzar una vida de más unión con Dios mediante la oración y la penitencia, yo te aseguro que jamás te sentirás avergonzado ante Dios, pues, aquel que no escatimo ni a su propio hijo, con cuanto amor no te dará el perdón si con humildad se lo pides y te esmeras en agradarlo en todo. Que el Señor te dé siempre su alegría y su paz.
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