Este tiempo de preparación, así como la fiesta misma de la Navidad, nos dan la oportunidad de reflexionar en el acontecimiento más hermoso de nuestra historia, evento que parte en dos la historia humana: El Nacimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Quiero, pues, invitarlos a que, como las primeras comunidades cristianas, hagamos un verdadero camino de reflexión durante el Adviento, que nos lleve a vivir de una manera diferente y plena la fiesta que conmemora que hace poco más de 2000 años Dios nos dio a su Hijo para que todo aquel que crea en él tenga vida eterna (cf. Jn 3, 16).
Ante el terrible embate de la comercialización centrada en la figura del Santa Claus, quiero invitarlos a que el Adviento de este año sea la oportunidad de regresar al origen de la celebración de la Navidad, a su contenido fundamental; a recuperar lo que el mundo pagano y secular nos ha robado a los cristianos, impidiendo con ello que el Evangelio dé fruto en los corazones. Es increíble que una fiesta que celebra el Nacimiento de Jesucristo y el gran amor de Dios por los hombres, especialmente por los más pobres y necesitados, se haya convertido en una fiesta pagana en cuyo centro está la figura de Santa.
Para ello, te invito a que este tiempo sea un tiempo de oración y de penitencia. Oración que nos ayude a entrar en el misterio de Dios y de su Verbo, que se hace hombre para vivir entre nosotros; y de ayuno, para ir quitando de nuestras vidas todo aquello que impide que nuestra vida sea concorde con el Evangelio y que cada día se meta más en nuestra sociedad el mundo secularizado, consumista y desacralizado en el que vivimos.
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