El triunfo de la gracia de Dios

Los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones. 1 Pedro 3:12

El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? Romanos 8:32

Cuando leo un libro participo en las aventuras del héroe de la historia a tal punto que me angustio cuando las cosas se ponen en su contra. Estoy tan cautivado que me impaciento por conocer el desenlace de la historia.
 

El creyente es una especie de héroe cuyo final conocemos: el triunfo de la gracia de Dios, la seguridad de llegar un día a la casa del Padre, ese lugar de paz y felicidad eternas, después de un duro viaje.
 

A menudo no comprendemos las circunstancias por las cuales pasamos, y las pruebas frecuentemente son numerosas y variadas. De entre los testigos de la fe citados en el capítulo 11 de Hebreos, algunos “evitaron filo de espada” (v. 34), mientras que otros fueron “muertos a filo de espada” (v. 37). Todos vivían por la fe. ¿Por qué algunos lograron escapar de sus perseguidores y otros no? La sabiduría soberana de Dios se encarga individualmente de todos sus hijos. 

Sea cual sea la vida de cada uno, en el momento escogido por Dios, él dará la liberación final. No somos marionetas movidas por ciegas circunstancias, sino que pertenecemos a Dios, quien pagó un precio muy caro por nosotros: la vida de su propio Hijo. Él nos ama, vela por nosotros y nos forma para el cielo. Por lo tanto confiemos en él, persuadidos de “que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6).

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