Lo que me pasa: Castigo o Consecuencia?

Así como la felicidad no es un premio sino una consecuencia, mucho del sufrimiento humano, no es un castigo, sino un resultado. No todas las desgracias ni todas las pruebas nos viene por voluntad ideal de Dios.

Algunos males nos vienen por causa de nuestro propio egoísmo, ignorancia o necedad: Son el resultado de errores cometidos en el pasado.

No es correcto echarle la culpa de nuestras desgracias a Dios o al diablo o a la ley de la herencia. Muchos sufrimientos se deben a nuestros propios errores e imprudencias. Si fumo, no debo sorprenderme que el médico me diagnostique un cáncer de pulmón. Si malcrió a mis hijos o maltrato a mi mujer, no debo protestar cuando mis hijos se conviertan en inadaptados sociales o mi mujer se quiera divorciar. !Qué desgracia es merecer la desgracia!. Si a usted le sucede algo malo en la vida, no diga: ”fue la voluntad de Dios”. ¡No! Dios quiere sólo su bien y su felicidad y le da los medios para alcanzarlo.

Hay una ley infalible: “Lo que sembremos cosecharemos”.

Todo el mundo, tarde o temprano, se sienta a un banquete de consecuencias. La obra del bien, con el tiempo, tendrá su galardón. De igual manera el mal será castigado por el mal mismo. Algunos pasan la vida cosechando resultados de su buena siembra; otros recogiendo consecuencias de sus malas acciones. Muchas veces las desgracias que creemos una maldición o un castigo, no son, en realidad, más que deudas contraídas con anterioridad. Debemos pagarlas sin rezongo tal como dice el refrán: “Quien bien tiene y mal escoge, por mal que le venga, no se enoje”.

Mala siembra traerá mala cosecha. Esto lo vemos por todas partes: Pequeñas contiendas conducen a divisiones que rompen el corazón. El mal humor consume el alma. Los pecados de lujuria traen enfermedades vergonzosas; la malicia corroe el corazón; una pequeña licencia se transforma en libertinaje; los hechos inmorales van más allá de su intento original. Principian como un ligero airecillo de simpatía o afecto y terminan como un torbellino rompiendo todo tipo de afectos legítimos. La infidelidad destruye el bienestar; las pasiones desordenadas agitan el espíritu.

La peor blasfemia es pensar que Dios está detrás de todo tormento y dolor. Dios no es el autor de la confusión de la vida. Quizás tampoco lo sea siempre usted mismo. Pero, como sea, usted puede hallar en Cristo Jesús fortaleza y descanso. Él prometió: “Vengan a mi todos ustedes que están cansados de sus trabajos y sus cargas, y yo los hare descansar” (Mateo 11:28 ).

No hay comentarios:

Publicar un comentario