Hoy celebramos el
Misterio de la Santísima Trinidad, después de haber celebrado
Pentecostés. Ya San Ruperto, en el siglo XII, escribía “apenas hemos celebrado la venida del Espíritu Santo, cantamos la fiesta de la Santísima Trinidad y
este lugar está muy bien escogido porque, tan pronto como bajó el
Espíritu Santo, comenzó la predicación y la creencia, y, en el bautismo,
la fe y confesión en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu
Santo”. La devoción a la Santísima Trinidad se inició en el siglo X y, a
partir de esta época, se fue también difundiendo su fiesta litúrgica,
entrando en el calendario romano en 1331. Si bien, desde el comienzo del
cristianismo, la oración litúrgica se ha dirigido al Padre, por
mediación del Hijo y en el Espíritu Santo, y el mismo Jesús habló de
Dios como una comunión de amor y manifestó el misterio de las tres
divinas personas, lo original de esta fiesta es el honrar
específicamente a Dios sin tener como motivo un acontecimiento
salvífico, ni la memoria de un santo. La antigua iglesia hispánica, en
los siglos V al VII, enseñó magníficamente la fe trinitaria, sobre todo,
en los concilios de Toledo, y de su liturgia procede el prefacio propio
de esta solemnidad. Es el misterio del Señor de suyo. Es, pues, la
fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina.
Celebremos esta solemnidad con alegría para experimentar que Dios Trino
sigue actuando en nuestra historia y en nuestras vidas, y nos invita a
construir nuestras familias y comunidades parroquiales, desde la
experiencia de la Familia Trinitaria. Al Padre por el Hijo en el
Espíritu.
Junio 03 de 2012. Fuente: Clik AQUI
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