Trago a trago nos vamos bebiendo la vida. Un trago dulce otro amargo. Aquí la suave ternura del amor y allá el sabor amargo del dolor. La vida es una sucesión de gotas amargas y dulces. En ella hay de todo: el bien y el mal, lo cierto y lo errado, el amor y el odio. Hoy la dulzura de la miel y mañana la amargura de la hiel. No hay alegría sin sobresalto, no hay concordia sin disensión, ni descanso sin trabajo, ni riqueza sin miseria, ni dignidad sin peligro; no hay gusto sin disgusto. Es imposible triunfar sin sufrir.
Lo malo de lo bueno es que es pasajero y, lo bueno de lo malo es que también es pasajero. Nunca se va de éxito en éxito. Las derrotas y los éxitos se turnan. Las buenas cosas de la vida no llegan solas sino entremezcladas. Días buenos y malos. Los días buenos pasan enseguida, bien lo sabe usted y eso le parece horrible. Pero los días malos, para su consuelo, también pasan. ”El amor y la tristeza vienen juntos: mientras que uno se encuentra sentado en tu mesa, la otra se encuentra en su lecho, y se turnan“, anotó un sabio.
La prosperidad no existe sin temores ni desazones. Tampoco la adversidad llega sin consuelos y esperanzas. Que hablen los que pasaron por la vida. Que digan si tuvieron jamás goce sin dolor, paz sin discordia, descanso sin miedo, salud sin flaqueza, luz sin sombras o risa sin lagrimas. ”La vida es bella-dijo un rico-, lo tengo todo, pero incluso cuando luce el sol, a veces uno tiene que llorar”.
Cuando parezca que el sufrimiento no tiene fin, recuerde la historia del rey que vivió hace siglos: Una mañana en que estaba lleno de problemas, reunió al consejo de sabios y les preguntó: “¿Podéis crearme un lema que me sirva en todas las circunstancias de mi vida?”.
Entonces les dio algunas normas para la conformación de dicho lema: ”Tiene que ser suficientemente breve para inscribirlo en mi anillo de oro. Tiene que ser eficaz y válido en toda circunstancia: en los buenos y en los malos tiempos. Un lema que cuando me encuentre deprimido, preocupado, hundido en la angustia, levante mi ánimo y me lleve al plano de la normalidad, y que cuando me encuentre demasiado eufórico me lleve a la reflexión y me coloque de nuevo en el plano de la realidad”.
Los sabios estudiaron el asunto durante más de un mes, y luego regresaron con esta declaración mágica: “!Esto también pasará!”
¡Qué gran consuelo nos proporciona saber que después de todo, las pruebas no tienen carácter eterno!. Las experiencias difíciles si pasarán. Sí cederán. Si pueden cambiar. No todo es para siempre. No se mortifique innecesariamente. No se espante. A cualquier problema que se le presente dígale decidido: ¡Esto también pasará!.
La geografía nos enseña que la tierra es redonda y gira sobre su eje presentando siempre uno de sus frentes al sol. Ello significa que mientras nosotros tenemos pleno día, iluminados por un sol brillante, palpitando al unísono de la vida, los que están del otro lado del mundo, tienen exactamente en las horas de nuestra luz, la tiniebla total.
¿Cuánto tiempo tardará nuestra luz y cuánto nuestra tiniebla? Apenas el brevísimo lapso de 12 horas durante las cuales será nuestra luz y de ellos la tiniebla. De la misma manera, la vida del hombre tiene una rotación constante.
La tiniebla del dolor reina en unos corazones cuando en otros palpita el brillo del gozo. Pero ni el uno y el otro son eternos. La dicha pasa como pasa el dolor. No hay noche a la que le suceda la luz de un día radiante. De las inquietudes pasadas, conservamos apenas un leve recuerdo. Así sucederá mañana con sus angustias de hoy.
Entregue al Señor Jesucristo su dolor y al tiempo, con su mano suave y compasiva, mitigará todas sus penas. Cuando las cosas van mal, nos consolamos pensando que podrían ir peor. Mientras tanto nos fortalecemos con estas palabras del apóstol Pablo; “Y Dios nos libró y nos librará de tan gran peligro de muerte. Confiamos en que seguirá librándonos” (2 Corintios 1:10)
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