Señor, maestro y redentor nuestro, Tú nos guías con tu Palabra y nos sostienes con los sacramentos, invitándonos en todo momento a cambiar de vida. Te damos infinitas gracias porque eres un Dios fiel y misericordioso que cumple sus promesas y que no se deja llevar por el peso de nuestros pecados. En este precioso día, buen Jesús, te suplicamos que nos perdones porque en muchas ocasiones prestamos más atención a lo que el mundo piensa que a lo que Tú quieres de nosotros, aun cuando esto signifique ir en contra de tu santísima voluntad. Ya no queremos continuar viviendo de apariencias, por eso, imploramos que infundas en nosotros la vida de tu Santo Espíritu para que Él, por su poder, destierre de nosotros toda incoherencia y haga brillar la grandeza de tu amor. Amada Virgen María, Madre y refugio del pecador, toma nuestra vida límpiala y presentala al Padre como ofrenda para que al venir de Ti, Él la reciba con gusto. Amén.
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