Miércoles de Ceniza - Marzo 01

"Te compadeces de todos, Señor, y no odias nada de lo que has hechto; cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Y los perdonas, porque Tu eres nuestro Dios y Señor. (Sab 11, 24-25, 27) 

Al empezar este nuevo mes, la liturgia de la Iglesia presenta el inicio del tiempo de la Cuaresma, y su razón de ser es la preparación para la Pascua. Nos preparamos desde la escucha de la Palabra de Dios, la penitencia, la oración y la limosna, para tener una experiencia personal y comunitaria de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo (Misterio Pascual). Todos los cristianos católicos vamos al templo para recibir la ceniza en la frente como un signo de conversión, es decir, de volver sinceramente al corazón de Dios. La ceniza no se pone por agüero, sino porque es una invitación a dejarnos reconciliar con Dios y volver a Él de todo corazón. Bien nos llega la exhortación del Papa Francisco que dice: "Si hay necesidad de volver es porque nos hemos alejado. Es el misterio del pecado: nos hemos alejado de Dios, de los demás, de nosotros mismos. No es difícil darse cuenta de ello: todos sabemos cuánto nos cuesta tener verdadera confianza en Dios, confiar en Él como Padre, sin miedo; qué difícil es amar a los demás, sin llegar a pensar mal de ellos; cómo nos cuesta realizar nuestro bien verdadero, mientras que nos atraen y seducen muchas realidades materiales, que desaparecen y al final nos empobrecen. Junto a esta historia de pecado, Jesús inauguró una historia de salvación". Que al recibir la ceniza y la exhortación "conviértete y cree en el Evangelio" o "acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás", reflexionemos sobre nuestro modo de vida, si es acorde al Evangelio, y a la vez pidamos la gracia de Dios para seguirlo con radicalidad y total entrega. No somos autosuficientes, necesitamos de Dios, de su gracia, misericordia y amor. Empecemos de la mejor manera este nuevo tiempo litúrgico, como si fuera el primero y el último de nuestra vida, para llegar purificados y liberados del pecado al día glorioso de la Pascua.

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