“Al nombre de Jesús toda rodilla se doble -en el Cielo, en la tierra, en el abismo- y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre" (Flp 2, 10-11)
En la tradición israelita, el nombre de Dios es impronunciable (YHWH), pero el Verbo de Dios, al asumir nuestra humanidad, nos lo entrega y nosotros podemos invocarlo: Jesús, que significa "Dios salva". La palabra Jesús es la forma latina del griego lesous, que a su vez es la transliteración del hebreo Jeshua o Joshua o también Jehoshua, que significa "Yahveh es salvación". San Bernardino de Siena decía del nombre del Señor: "Este es aquel santísimo nombre anhelado por los patriarcas, esperado con ansiedad, demandado con gemidos, invocado con suspiros, requerido con lágrimas, donado al llegar la plenitud de la gracia”. El monograma "IHS" significa: l (lesus: Jesús), H (Hominum: de los hombres), S (Salvator: Salvador). Juntos quieren decir "Jesús, Salvador de los hombres". San Ignacio de Loyola y los jesuitas hicieron de este monograma el emblema de la Compañía de Jesús. El Santísimo Nombre comenzó a ser venerado y honrado desde el inicio de las primeras comunidades cristianas, pero se introdujo en las celebraciones litúrgicas en el siglo XIV. En 1530 el papa Clemente VII concedió por primera vez a la Orden Franciscana la celebración del Oficio del Santísimo Nombre de Jesús. En su Nombre obtenemos toda bendición y gracia en el tiempo y la eternidad, pues Cristo dijo: "lo que pidan al Padre se los dará en mi Nombre". Por esto la Iglesia concluye todas sus oraciones diciendo: "Por Jesucristo Nuestro Señor".
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