Celebramos la Pasión y muerte del Señor Jesús con la invitación a mirar y contemplar el árbol de la Cruz donde estuvo clavada la Salvación del mundo. Si Adán desobedeció a Dios, Jesucristo lo obedeció hasta el extremo. La cruz separa a los creyentes de los no creyentes porque para unos es escándalo y locura, y para otros es el poder y la sabiduría de Dios, pero en un sentido más profundo, esta une a todos los hombres, creyentes y no creyentes. Los nuevos cielos y la tierra nueva pertenecen a todos y son para todos porque Cristo murió por todos. La urgencia que deriva a todo esto es evangelizar. Con el Papa Francisco decimos en este día santo “Señor Jesús, Hijo de Dios, víctima inocente de nuestra redención, ante tu estandarte real, ante tu misterio de muerte y de gloria, ante tu patíbulo, nos arrodillamos, avergonzados y esperanzados, y te pedimos que nos laves en el baño de sangre y agua que salieron de tu Corazón traspasado; perdona nuestros pecados y nuestras culpas. Oh Cristo, te pedimos que nos enseñes a no avergonzarnos nunca de tu Cruz, y a no instrumentalizarla, sino a honrarla y adorarla, porque con ella Tú nos has manifestado la monstruosidad de nuestros pecados, la grandeza de tu amor, la injusticia de nuestros juicios y el poder de tu misericordia”. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario