El Tiempo de adviento, como primer período del año litúrgico, comienza el domingo siguiente de la Solemnidad de Cristo Rey y termina el 24 de diciembre, día anterior a la Solemnidad del Nacimiento del Señor. Este tiempo nos prepara para la Venida del Redentor, por lo cual es un espacio dependiente de la Navidad y enriquecido por la misma. La comunidad cristiana adoptó el término "Adviento" para expresar su estrecha relación con Dios en la persona de Jesucristo, que hecho hombre se sometió a la condición más humilde para que la comunidad entendiera que Él está aquí y se manifiesta de múltiples maneras, razón por la cual su advenimiento puede ser visto de tres maneras:
Iba a venir: La Iglesia ve el pasado, la esperanza de Israel, la palabra de los profetas y su cumplimiento en Cristo. De tal manera que Jesús, al hacerse hombre durante su primera venida, abre la puerta para que los hombres y mujeres de este tiempo sean llamados hijos de Dios.
Vino: La liturgia actualiza lo que recordamos, lo que esperamos y lo que hablamos con relación a las tres venidas de Jesucristo, la de hace 2018 años, la que se dará al final de los tiempos y la presente, ya que está vivo en medio de su Iglesia. Por eso la Sagrada Escritura anuncia a Jesús como "Aquel que es, que era y que va a venir" (Ap 1,8), "el mismo, ayer, hoy y por los siglos" (Hb 13,8).
Volverá: La Iglesia ve el futuro, la manifestación gloriosa de Cristo y a la nueva Jerusalén que descenderá del cielo y de este modo la humanidad redimida vivirá la vida de Dios para siempre. Entonces Jesús vendrá para llevar a plenitud su obra salvadora. La liturgia anticipa proféticamente el cumplimiento pleno de sus promesas y nos permite pregustar la vida eterna.
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