Queridos hermanos, ya se acerca a la Navidad y conviene que hoy reflexionemos sobre la familia como el primer lugar en donde se recibe a Cristo y se vive su Evangelio. La mayoría de nosotros heredamos la fe gracias al testimonio de nuestros padres y abuelos, a quienes escuchábamos pronunciar el Padrenuestro y el Ave María y con paciencia nos lo enseñaron; recordarán que la familia se reunía bajo la autoridad de la madre y del padre para realizar la oración del Santo Rosario y luego del mismo, se daban una serie de recomendaciones para todos. Además, fue gracias a nuestros padres que nosotros tuvimos acceso a la vida sacramental en la Iglesia, primero con el Bautismo y luego con la Eucaristía, Reconciliación mayores quizás y Confirmación. Por lo anterior, los padres son los primeros catequistas de los hijos, pues desde el compartir de la mesa, la reconciliación entre hermanos, el respeto y obediencia a los mayores y la distribución de tareas en el hogar, se siembra la semilla de la fe que permitió reconocer el valor de la acción paternal de Dios, la entrega de Cristo por la salvación de la humanidad, y la fuerza del Espíritu que renueva todo con el amor. De esta forma, la fe comienza a hacer parte integral y transversal de la vida de los hijos que se expresa no solo en casa o en el Templo, sino en las calles y en los lugares de estudio, trabajo y recreación. ¿Cómo les hablamos a nuestros hijos de Dios y de su Palabra? ¿Tenemos momentos de oración y diálogo en familia? ¿Qué ejemplo estamos dando a los más pequeños para que vivan una fe comprometida? Recordemos que en este año Nuestra Familia es Belén.
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