Hoy celebramos la Memoria de Nuestra Señora, la Virgen de la Merced, que nos recuerda una de las virtudes de la Virgen que tal vez no es muy conocida: su misericordia. La historia de esta advocación se remonta al siglo XII, cuando la Virgen María se apareció a san Pedro Nolasco, un hombre que buscaba liberar a los cautivos cristianos que estaban en poder de los musulmanes del sur de España y del Norte de África. La Virgen le pidió que fundara una Orden religiosa con el fin de redimir a estos fieles esclavizados. Asimismo, la Madre del Cielo también se apareció al confesor de san Pedro Nolasco, san Raimundo de Peñafort, y al rey Jaime de Aragón, para pedirles su apoyo en la creación de la nueva institución. De esta manera, se fundó la Orden de los Mercedarios. La devoción de la Bienaventurada Virgen de la Merced se extendió pronto en Cataluña (España), luego en toda España y finalmente en Francia e Italia. Con el descubrimiento de América, el culto se extendió ampliamente, de tal forma que con el tiempo se convirtió en la patrona de los internos en las cárceles.
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