4° mandamiento: El sábado

Acuérdate del día de reposo… Seis días trabajarás… mas el séptimo día es reposo para el Señor tu Dios; no hagas en él obra alguna. Éxodo 20:8-10

Los que hemos creído entramos en el reposo. Hebreos 4:3

El sábado, “el día de reposo” (en la versión Reina Valera), era el séptimo día de la semana, un día en el que se dejaban las actividades habituales para consagrarse a Dios. Él dio este mandamiento a su pueblo Israel, reconociendo así que el descanso era necesario. Pero él deseaba que ese día de descanso fuese también un día conmemorativo. El pueblo debía recordar que había sido liberado de la esclavitud de Egipto (Deuteronomio 5:14-15).

¿Qué significa esto para el cristiano de hoy? Jesucristo murió en la cruz. El día séptimo, el sábado, todavía estaba en la tumba. Pero el domingo, el primer día de la semana, ¡Resucitó! Mediante su muerte y su resurrección abrió una nueva era: ¡La era de la gracia! En el Nuevo Testamento el cristiano, liberado de la ley de Moisés, es llamado a servir en “régimen nuevo del Espíritu” (Romanos 7:6), y no hay una orden precisa en cuanto a respetar un día concreto (Colosenses 2:16-17). Sin embargo, como los primeros creyentes y como la Iglesia en su conjunto lo han hecho a lo largo de los siglos, los cristianos deberían gozarse consagrando tiempo a Dios el domingo, “día del Señor”, para rendirle culto, recordando con agradecimiento (al participar en la Cena del Señor hasta su regreso) que Jesucristo, muerto y resucitado, nos liberó de la esclavitud del pecado y nos dio la paz y la tranquilidad del alma.

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