"Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en El perezca, sino que tenga vida eterna"
(Jn 3, 16).
(Jn 3, 16).
Mientras la mayoría de cristianos se alegran por el tiempo de la Navidad, una minoría de fieles cristianos viven con amargura estas ferias navideñas por alguna razón o circunstancia negativa experimentada en su vida. Sin embargo, oramos por estos hermanos nuestros que sufren en su cuerpo y en su alma esta situación amarga o dolorosa y les proponemos tener una Navidad feliz en el Señor, Con fervor lo plantea el Papa Francisco quien manifiesta que "este acontecimiento se renueva hoy en la Iglesia, peregrina en el tiempo: en la liturgia de la Navidad, la fe del pueblo cristiano revive el misterio de Dios que viene, que toma nuestra carne mortal, que se hace pequeño pobre para salvarnos. Y esto nos llena de emoción, porque la ternura de nuestro Padre es inmensa. Los primeros que vieron la humilde gloria del Salvador, después de María y José, fueron los pastores de Belén. Reconocieron la señal que los ángeles les habían dado y adoraron al Niño. Esos hombres humildes, pero vigilantes, son un ejemplo para los creyentes de todos los tiempos, los cuales, frente al misterio de Jesús, no se escandalizan por su pobreza, sino que, como María, confían en la Palabra de Dios y contemplan su gloria con mirada sencilla. Ante el misterio del Verbo hecho carne, los cristianos de todas partes confiesan, con las palabras del evangelista Juan: Hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad" (Jn 1,14). Queridos hermanos, he aquí la razón o motivo para cambiar nuestra tristeza en gozo y nuestra amargura en paz, pues tenemos la esperanza puesta en el Señor que acoge aquella circunstancia negativa para sacar de allí algo bueno o noble y glorificarse en nuestra vida. !Ánimo! No estamos solos. Dios el Emmanuel, el Dios con nosotros.
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