"Si ustedes perdonan a los hombres sus ofensas, los perdonará también a ustedes su Padre celestial" (Mt 6,14).
En nuestras charlas, escuchamos decir a algunas personas: “yo perdono pero no olvido". Esto quiere decir que esa persona no ha perdonado de corazón y lleva ese resentimiento muy dentro de sí, atormentándola hasta quitarle la paz. Por eso el Papa Francisco afirmó en la audiencia general en abril de este año que, “si no perdonas, Dios no te perdonará. Tú cierras la puerta. Pensemos, si somos capaces de perdonar o si no perdonamos. Un sacerdote, cuando estaba en la otra diócesis, me contó angustiado que había ido a dar los últimos sacramentos a una anciana que estaba a punto de morir. La pobre señora no podía hablar. Y el sacerdote le dijo: 'Señora, ¿se arrepiente de sus pecados?' La señora dijo que sí. No pudo confesarlos pero dijo que sí. Es suficiente. Y luego otra vez: ¿Perdona a los demás?' Y la señora, en su lecho de muerte, dijo: 'No'. El sacerdote estaba angustiado. Si no perdonamos, Dios no nos perdonará. Pensémoslo, nosotros, si perdonamos o somos capaces de perdonar. Si no puedes hacerlo, pídele al Señor que te dé la fuerza para hacerlo: Señor, ayúdame a perdonar. Aquí encontramos el vínculo entre el amor a Dios y el amor al prójimo. El amor llama al amor, el perdón llama al perdón". Queridos hermanos, estas palabras del santo Padre nos mueven en esta Navidad a perdonar las ofensas que nos han hecho, pues si no las perdonamos,Dios no nos perdonará. Que en nuestras familias, comunidades o trabajo experimentemos el amor, la reconciliación y el perdón para que haya ternura, ayuda mutua y perdón recíproco. Donde hay perdón hay paz y hay alegría.
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