"Cuando el Señor entró en el mundo dijo: Aquí estoy. Oh Dios, para hacer tu Voluntad".
(Hb 10, 5-7)
Hoy celebramos la Solemnidad de la Encarnación: el Hijo eterno del Padre entra en la historia, se hace hombre en la carne de María, una mujer joven y humilde del pueblo de Israel. Este acontecimiento constituye el inicio de la redención del género humano, pues Dios decide, por puro amor, asumir toda la limitación del hombre para restituirle su dignidad de hijo. El Evangelio de Lucas nos ofrece el relato de este momento crucial para la humanidad: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo» (Lc 1, 30-32). El Papa Francisco nos recuerda ante esta Solemnidad que, «lo primero que hace el ángel es evocar la memoria, abriendo asi el presente de María a toda la historia de la salvación... La memoria permite a María apropiarse de su pertenencia al Pueblo de Dios. ¡Nos hace bien recordar que somos miembros del Pueblo de Dios! Un pueblo formado por millares de rostros, historias y orígenes, un pueblo multicultural y multiétnico... es un pueblo que no tiene miedo de acoger a aquellos que lo necesitan, porque sabe que allí está presente su Señor». Queridos hermanos, esta exhortación del santo padre, nos invita a ver en esta Solemnidad una oportunidad para contemplar la bondad de Dios y el deber que tenemos como cristianos de abrazar este misterio y compartirlo con el mundo entero mostrando al Cristo que se hace presente en la historia de cada uno de nosotros para afirmar en la humanidad se contempla con que mayor precisión el Rostro de Dios.
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