No tendrás dioses ajenos delante de mí. Éxodo 20:2
Y no hay más Dios que yo; Dios justo y Salvador; ningún otro fuera de mí. Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más. Isaías 45:21-22
¿A quién dirige Dios este mandamiento? A su pueblo, los hebreos, quienes algunos siglos antes, para huir del hambre, se refugiaron en Egipto. Allí pasaron a ser esclavos y trabajaron muy duro construyendo las ciudades del valle del Nilo. Pero Dios vio el sufrimiento de su pueblo y lo liberó de un modo espectacular (leer el libro del Éxodo). Conducido por Moisés, el pueblo emprendió un largo viaje hacia el país que Dios le había prometido.
Dios le habló al principio de ese viaje. Le recordó todo el poder que había empleado para librarlo. El Dios todopoderoso amaba a su pueblo y deseaba tener el primer lugar en cada corazón. Él, como un Dios vivo, quería establecer una relación con su pueblo. Este rasgo contrasta con la cultura egipcia politeísta, en la que los hebreos habían estado inmersos.
¿Qué aplicación podemos hacer hoy en día? Ahora el pueblo de Dios está formado por el conjunto de los creyentes. La muerte y la resurrección de Jesucristo, el Hijo de Dios, fue la maravillosa solución para liberar de la esclavitud del pecado a todos los que ponen su confianza en él. Para los creyentes hay tantas cosas que pueden interponerse entre Dios y nosotros. Él quiere alejarlas y acercar nuestros corazones a él para que gocemos de una comunión continua con Dios.
Y no hay más Dios que yo; Dios justo y Salvador; ningún otro fuera de mí. Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más. Isaías 45:21-22
¿A quién dirige Dios este mandamiento? A su pueblo, los hebreos, quienes algunos siglos antes, para huir del hambre, se refugiaron en Egipto. Allí pasaron a ser esclavos y trabajaron muy duro construyendo las ciudades del valle del Nilo. Pero Dios vio el sufrimiento de su pueblo y lo liberó de un modo espectacular (leer el libro del Éxodo). Conducido por Moisés, el pueblo emprendió un largo viaje hacia el país que Dios le había prometido.
Dios le habló al principio de ese viaje. Le recordó todo el poder que había empleado para librarlo. El Dios todopoderoso amaba a su pueblo y deseaba tener el primer lugar en cada corazón. Él, como un Dios vivo, quería establecer una relación con su pueblo. Este rasgo contrasta con la cultura egipcia politeísta, en la que los hebreos habían estado inmersos.
¿Qué aplicación podemos hacer hoy en día? Ahora el pueblo de Dios está formado por el conjunto de los creyentes. La muerte y la resurrección de Jesucristo, el Hijo de Dios, fue la maravillosa solución para liberar de la esclavitud del pecado a todos los que ponen su confianza en él. Para los creyentes hay tantas cosas que pueden interponerse entre Dios y nosotros. Él quiere alejarlas y acercar nuestros corazones a él para que gocemos de una comunión continua con Dios.
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