Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que el Señor tu Dios te da. Éxodo 20:12
Oye a tu padre, a aquel que te engendró; y cuando tu madre envejeciere, no la menosprecies. Proverbios 23:22
Este quinto mandamiento trata de la relación entre padres e hijos. La familia es la estructura social más importante de la sociedad; es el escenario en el que un padre y una madre transmiten la vida y ofrecen a cada hijo los cuidados afectivos y materiales que le permitirán crecer. Los valores morales y espirituales también son transmitidos en este círculo. Un hijo amado aprende a amar, a vivir con los demás y a compartir. A cambio de todos los cuidados que recibe el hijo, Dios le pide que honre a sus padres, es decir, que los estime dignos de amor, de respeto y de atenciones. Cuanto más armoniosa haya sido la relación entre padres e hijos, tanto más fácil resultará para el hijo honrar a sus padres. Eso no excluye que surjan ciertos desacuerdos entre generaciones, pero serán superados en mutuo respeto.
Desgraciadamente asistimos a una decadencia de las relaciones familiares, consecuencia de una degradación moral y espiritual. A menudo los niños se mofan de la autoridad paterna, y muchos de los hijos adultos ya no honran a sus padres. Cada vez más padres envejecen y mueren en la soledad. En nuestra sociedad, caracterizada por la pérdida de referencias y que rechaza la autoridad, este quinto mandamiento, el único que va acompañado de una promesa, es de gran actualidad (Efesios 6:1-3).
Oye a tu padre, a aquel que te engendró; y cuando tu madre envejeciere, no la menosprecies. Proverbios 23:22
Este quinto mandamiento trata de la relación entre padres e hijos. La familia es la estructura social más importante de la sociedad; es el escenario en el que un padre y una madre transmiten la vida y ofrecen a cada hijo los cuidados afectivos y materiales que le permitirán crecer. Los valores morales y espirituales también son transmitidos en este círculo. Un hijo amado aprende a amar, a vivir con los demás y a compartir. A cambio de todos los cuidados que recibe el hijo, Dios le pide que honre a sus padres, es decir, que los estime dignos de amor, de respeto y de atenciones. Cuanto más armoniosa haya sido la relación entre padres e hijos, tanto más fácil resultará para el hijo honrar a sus padres. Eso no excluye que surjan ciertos desacuerdos entre generaciones, pero serán superados en mutuo respeto.
Desgraciadamente asistimos a una decadencia de las relaciones familiares, consecuencia de una degradación moral y espiritual. A menudo los niños se mofan de la autoridad paterna, y muchos de los hijos adultos ya no honran a sus padres. Cada vez más padres envejecen y mueren en la soledad. En nuestra sociedad, caracterizada por la pérdida de referencias y que rechaza la autoridad, este quinto mandamiento, el único que va acompañado de una promesa, es de gran actualidad (Efesios 6:1-3).
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