Novena de Aguinaldos


La Novena de Aguinaldos no es un texto oficial de la Iglesia Católica. Las autoridades eclesiásticas admiten y aprueban los textos particulares, siempre y cuando respeten el dogma. No existe, por tanto, una sola Novena. Citemos, entre otras, Navidad es la fiesta del hombre de Benoit H. Duma, Camino hacia Belén de Ediciones Paulinas, y Nueva novena de aguinaldosde Luis Ferrer y Luis H. Trigueros. 

La más popular en Colombia es sin duda la Novena para el Aguinaldo del sacerdote ecuatoriano Fray Fernando de Jesús Larrea, publicada por primera vez en Santa Fe de Bogotá en 1784 y retocada un siglo más tarde por una religiosa colombiana, la madre María Ignacia. 

La versión que presentamos este año se basa en ese texto. Figuran en esta novena las tres oraciones clásicas de Fray Fernando: la oración a Dios Padre, la oración a la Santísima Virgen y la oración a San José, así como las Aspiraciones para la llegada del Niño Dios. 

También, la espléndida traducción de la Oración al Niño Jesús que escribió la madre María Ignacia a mediados del siglo XIX ("Acordaos, ¡oh dulcísimo Niño Jesús!..."). 

No incluimos las Jornadas y Consideraciones de la versión original del padre franciscano o las que sustituyó más tarde la religiosa bogotana, porque son textos dispendiosos y difíciles de entender, y a lo largo del tiempo ha perdido su pertinencia teológica, aseguran algunos sacerdotes y teólogos. 

En esta edición, esos textos han sido reemplazados por fragmentos de la Biblia que se leen hoy en parroquias y congregaciones religiosas. Son textos breves, más acordes con el Concilio Vaticano II, que también evocan el nacimiento del Niño Dios. 



Cómo leer la novena cada día 

1. Oración a Dios Padre 
2. Consideración para cada día
3. Oración a la Santísima Virgen 
4. Oración a San José 
5. Aspiraciones 
6. Oración al Niño Jesús


1. Oración a Dios Padre 

Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amasteis a los hombres, que les disteis en vuestro hijo la prenda de vuestro amor para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio; yo, en nombre de todos los mortales, os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio. En retorno de él os ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de vuestro hijo humanado, suplicándoos por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongáis nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con tal desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.
(Se reza tres veces Gloria al Padre).


2. Oración a la Santísima Virgen 
Soberana María, que por vuestras grandes virtudes y especialmente por vuestra humildad merecisteis que todo un Dios os escogiese por madre suya, os suplico que vos misma preparéis y dispongáis mi alma y la de todos los que en este tiempo hiciesen esta novena para el nacimiento espiritual de vuestro adorado hijo. ¡Oh, dulcísima madre!, comunicadme algo del profundo recogimiento y divina ternura con que lo aguardasteis vos, para que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.
(Se reza tres veces el Avemaría)


3. Oración a San José 

¡Oh, Santísimo José, esposo de María y padre putativo de Jesús!, infinitas gracias doy a Dios porque os escogió para tan soberanos misterios y os adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Os ruego, por el amor que tuvisteis al Divino Niño, me abracéis en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia le veo y le gozo en el cielo. Amén.
(Se reza un Padre Nuestro, un Avemaría y un Gloria)


4. Oración al Niño Jesús 
Acordaos, ¡oh, dulcísimo Niño Jesús!, que dijisteis a la venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos vuestros devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: "Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado". Llenos de confianza en vos, ¡oh, Jesús!, que sois la misma verdad, venimos a exponeros toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos por los méritos infinitos de vuestra encarnación y de vuestra infancia la gracia de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a vos, ¡oh, Niño omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza, y de que en virtud de vuestra divina promesa acogeréis y despacharéis favorablemente nuestra súplica. Amén.

5. Aspiraciones para la llegada del Niño Dios
Dulce Jesús mío,
mi niño adorado,
¡ven a nuestras almas!
¡ven no tardes tanto!

¡Oh Sapiencia suma
del Dios soberano,
que a infantil alcance
¡te rebajas sacro!
¡Oh, Niño Divino,
ven para enseñarnos
la prudencia que hace
verdaderos sabios!

Dulce Jesús mío,
mi niño adorado,
¡ven a nuestras almas!
¡ven no tardes tanto!

¡Oh, Adonaí potente
que, a Moisés hablando,
de Israel al pueblo
diste los mandatos!
¡Ah, ven prontamente
para rescatarnos,
y que un niño débil
muestre fuerte brazo!

Dulce Jesús mío,
mi niño adorado,
¡ven a nuestras almas!
¡ven no tardes tanto!

¡Oh raíz sagrada
de Jesé, que en lo alto
presentas al orbe
tu fragante nardo!
Dulcísimo Niño
que has sido llamado
lirio de los valles,
bella flor del campo.

Dulce Jesús mío,
mi niño adorado,
¡ven a nuestras almas!
¡ven no tardes tanto!

¡Llave de David
que abre al desterrado
las cerradas puertas
del regio palacio!
¡Sácanos, oh Niño,
con tu blanca mano,
de la cárcel triste
que labró el pecado!

Dulce Jesús mío,
mi niño adorado,
¡ven a nuestras almas!
¡ven no tardes tanto!

¡Oh lumbre de Oriente,
sol de eternos rayos,
que entre las tinieblas
tu esplendor veamos!
¡Niño tan precioso,
dicha del cristiano,
luzca la sonrisa
de tus dulces labios!

Dulce Jesús mío,
mi niño adorado,
¡ven a nuestras almas!
¡ven no tardes tanto!

¡Espejo sin mancha
Santo de los santos,
sin igual imagen
del Dios soberano!
¡Borra nuestras culpas,
salva al desterrado
y, en forma de Niño,
da al mísero amparo!

Dulce Jesús mío,
mi niño adorado,
¡ven a nuestras almas!
¡ven no tardes tanto!

¡Rey de las naciones,
Emmanuel preclaro,
de Israel anhelo
pastor del rebaño!
¡Niño que apacientas
con suave cayado
ya la oveja arisca,
ya el cordero manso!

Dulce Jesús mío,
mi niño adorado,
¡ven a nuestras almas!
¡ven no tardes tanto!

¡Ábranse los cielos
y llueva de lo alto
bienhechor rocío,
como riego santo!
¡Ven hermoso Niño,
Ven Dios humanado!
¡Luce Dios estrella,
brota, flor del campo!

Dulce Jesús mío,
mi niño adorado,
¡ven a nuestras almas!
¡ven no tardes tanto!

¡Ven, que ya María
previene sus brazos,
do su niño vean
en tiempo cercano!
¡Ven, que ya José,
con anhelo sacro,
se dispone a hacerse
de tu amor sagrario!

Dulce Jesús mío,
mi niño adorado,
¡ven a nuestras almas!
¡ven no tardes tanto!

¡Del débil auxilio,
del doliente amparo,
consuelo del triste,
luz del desterrado!
¡Vida de mi vida,
mi dueño adorado,
mi constante amigo,
mi divino hermano!


6. Consideraciones para cada día 


Día Primero 

Tras la caída del ser humano en el pecado, Dios no lo abandona y le ofrece en cambio un salvador. Dios dice a la serpiente: "Yo pondré enemistades entre ti y la mujer, y entre tu raza y la descendencia suya: ella quebrantará tu cabeza, y tú andarás acechando a su carcañal". (Génesis 3,15)


Día Segundo 

El mesianismo se convierte en la espina dorsal de la espiritualidad de Israel:
"... vino la palabra de Dios a Natán diciendo: Esto dice Yahveh: '¿Me vas a edificar tú una casa para que yo habite? No he habitado en casa desde el día que hice subir a los israelitas desde Egipto hasta el día de hoy sino que he ido de un lado para otro en una tienda, en un refugio'. Yahveh te anuncia que te edificará una casa. Afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas y consolidaré el trono de su realeza para siempre. Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo ". (2 Samuel 7, 4b-6. 11b 14a)


Día Tercero 

Características de este Mesías:

"... se nos ha dado un hijo, el cual lleva sobre sus hombros el principado, o la divisa de rey, y tendrá por nombre el admirable, el consejero, Dios, el fuerte, siempre padre, príncipe de la paz. Su imperio será amplificado, y la paz no tendrá fin. Se sentará sobre el trono de David, y poseerá su reino para afianzarlo y consolidarlo, haciendo reinar la equidad y la justicia, desde ahora y para siempre". (Isaías 9, 6-7)



Día Cuarto 

Otras características del Mesías:

"He aquí mi siervo, yo estaré con él; mi elegido, en quien se complace mi alma. Sobre él he derramado mi espíritu; él mostrará la justicia a las naciones; no vociferará ni alzará el tono; no se oirá en las calles su voz; la caña cascada no la quebrará; ni apagará la mecha que aún humea; ejercerá el juicio conforme a la verdad. No será melancólico su aspecto, ni turbulento, mientras establecerá en la tierra la justicia; y de él esperarán la ley divina las islas". (Isaías 42, 1-4)



Día Quinto 

Se profetiza el lugar de su nacimiento:

"Y tú, ¡Oh, Belén! Amada Efratá, tú eres una ciudad pequeña respecto de las principales de Judá; pero de ti me vendrá aquel que ha de ser dominador de Israel, el cual fue engendrado desde el principio, desde los días de la eternidad. Por eso el Señor los dejará hasta aquel tiempo en que dará a luz la virgen que ha de dar a luz al dominador". (Miqueas 5, 2-3)



Día Sexto 

Isaías profetiza su nacimiento:

"Dijo Isaías: 'el Señor mismo os dará la señal: Sabed que una virgen concebirá y parirá un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, o Dios con nosotros. Manteca y miel comerá, hasta que sepa desechar lo malo y escoger lo bueno'". (Isaías 7, 14-16)



Día Séptimo 

La Anunciación:

"Al sexto mes fue enviado por Dios el Ángel Gabriel a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: 'Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo'. Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: 'No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios, vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin'. María respondió al Ángel: '¿Cómo será esto puesto que no conozco varón?'. El ángel le respondió: 'El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios'. Dijo María: 'He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra'. Y el ángel dejándola, se fue". (Lucas 1, 26-38)



Día Octavo 

La visitación:

"En aquellos días se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz dijo: 'Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, he aquí que el niño saltó de gozo en mi seno. ¡Feliz la que creyó que se cumplirían las cosas que le fueron anunciadas de parte del Señor!'". (Lucas 1, 39-45)



Día noveno 

El nacimiento que ocurre cuando César Augusto ordenó un censo y cada uno tenía que empadronarse en su ciudad: "Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a la ciudad de Belén, por ser él de la casa y familia de David, con María, su esposa, que estaba encinta, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento. Había en la misma comarca algunos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y ellos se llenaron de temor. Él les dijo: 'No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: hoy os ha nacido un Salvador, que es el Cristo Señor, en la ciudad de David; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre'. (Lucas, 2, 4-12)

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