Mártires. Hoy, la Liturgia nos invita a recordar a los Niños Inocentes que el cruel Herodes mandó asesinar por miedo del nacimiento del Señor Jesús; por otra parte, esta fiesta también debe traernos a la memoria las muchas injusticias que se cometen contra los niños indefensos actualmente (aborto, abandono, trabajo infantil, etc.,), ante las cuales no podemos ser indiferentes. En el Evangelio según san Mateo, Herodes llamó a los Sumos Sacerdotes para preguntarles en qué sitio exacto iba a nacer el rey de Israel, al que habían anunciado los profetas y al que buscaban los sabios de oriente. Herodes era tan terriblemente celoso contra cualquiera que quisiera reemplazarlo en el puesto de gobernante, que había asesinado a dos de sus esposas y a varios de sus hijos porque tenía temor de que pudieran tratar de reemplazarlo en el poder. Herodes se propuso averiguar exactamente dónde estaba el niño, para después mandar a sus soldados a que lo mataran. Dijo entonces a los sabios de oriente: “Vayan y averigüen acerca de ese niño, cuando lo encuentren regresan y me lo informan, para ir yo también a adorarlo“. Ellos, por medio de sueños, recibieron el aviso divino de que no volvieran a Jerusalén pues las intenciones de Herodes no eran las mejores. Este gesto lo enfureció hasta el extremo, por lo que dio la orden de matar a todos los niñitos menores de dos años, en la ciudad y sus alrededores. San Mateo dice que en ese día se cumplió lo que había avisado el profeta Jeremías: “Un griterío se oye en Ramá (cerca de Belén), es Raquel (la esposa de Israel) que llora a sus hijos, y no se quiere consolar, porque ya no existen” (Jer. 31, 15). Ya podemos imaginar la terribilísima angustia para los padres de los niños al ver que a sus casas llegaban los herodianos y ante sus ojos asesinaban a su hijo tan querido. Con razón el emperador César Augusto decía con burla que ante Herodes era más peligroso ser Hijo (Huios) que cerdo (Hus), porque a los hijos los mataba sin compasión, en cambio a los cerdos no, porque entre los judíos estaba prohibido comer la carne de ese animal. Hoy los niños inocentes siguen muriendo, ya no por manos de los soldados, sino de las personas que practican el aborto, el abandono o la explotación infantil. Comprometámonos con su causa, y no permitamos más estas situaciones.
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