Domingo Santo

LO MATARON COLGÁNDOLO DE UN MADERO. PERO DIOS LO RESUCITÓ AL TERCER DÍA

¡El Señor ha resucitado! ¡Aleluya! Hermanos, la muerte no ha vencido a nuestro Señor, Él ha salido victorioso y nos ha permitido participar de su nueva vida; está en nuestras manos que nos dejemos llenar por el Espíritu del Resucitado, y con ello transformemos nuestras vidas. Esta alegría, por la Resurrección del Señor, es lo que busca comunicarnos la Liturgia de la Palabra, ya que la Resurrección es la fuente de toda nuestra alegría, ella es la esperanza que sostiene nuestra fe. En la primera lectura, del libro de los Hechos de los Apóstoles, el apóstol Pedro nos recuerda, a manera de resumen, lo que ha pasado a lo largo de esta semana (Misterio Pascual), insistiéndonos en que ha sido el mismo resucitado quien nos ha comprometido con su obra. Hermanos, no podemos seguir celebrando la Resurrección del Señor como algo sin importancia para nuestras vidas, ya que ha sido por ella que hemos sido salvados y liberados del pecado. El Salmo nos insiste en esta idea, razón por la cual exulta de gozo que el Señor es grande y poderoso. No debemos vivir nuestra fe con amargura, sino con la alegría de sabernos salvados por el Señor. Por otra parte, el Evangelio nos relata la Resurrección del Señor de una manera que deja sin palabras a los discípulos, pues la tristeza por la muerte de Jesús ha sido superada por su Resurrección.  Ahora bien, hermanos, ¿qué podemos sacar para nuestra vida de todo esto? La respuesta la tenemos en la segunda lectura, de la carta de San Pablo a los Colosenses, en la cual se nos invita a configurar nuestra vida con la Resurrección del Señor. Hermanos, si nosotros creemos en el Señor Jesús, muerto y resucitado, no podemos seguir actuando como si nada, sino que, todo lo contrario, debemos morir al pecado y al odio, para poder renacer a la vida y al amor. Solo de esta manera seremos verdaderos signos del Resucitado en nuestra comunidad. El Señor Jesús continúa llamándonos a la conversión, por eso, que este Tiempo Pascual que iniciamos nos permita ser sus testigos y signos de su Resurrección.

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