La Oración es el alma de todo apostolado

Este 08 de junio, en un nuevo aniversario de su partida, presentamos un escrito del Padre Emiliano sobre su preocupación principal: la necesidad de un hábito de oración profunda en la vida personal de los miembros de la Comunidad. Es un texto maravilloso que nos permite acercarnos mas a Cristo.

Mayo 1997
Hace unos años un famoso monje cisterciense, Dom J.B. Chautard, escribió un libro que tuvo una gran influencia en la formación de los jóvenes religiosos de los años cincuenta. El libro se titulaba LA ORACION ES EL ALMA DE TODO APOSTOLADO. Y ese libro es siempre de mucha actualidad.

En realidad la educación en la oración es la primera tarea de la evangelización. El ejemplo de la oración del Señor lo recogió como preciosa herencia la Iglesia primitiva, hasta tal punto que los Hechos de los Apóstoles nos presentan con mucha frecuencia a la comunidad en estado de oración:

La Iglesia ora...  para preparar la venida del Espíritu Santo, para encontrar el sustituto del traidor, para pedir firmeza en la proclamación de la Palabra de Dios, para dar la investidura a los primeros diáconos, para implorar el don del Espíritu sobre los samaritanos, para suplicar la liberación de Pedro, para enviar en misión a Saulo y Bernabé.

Y Pablo, siguiendo la recomendación del mismo Jesús, "es necesario orar siempre sin desfallecer" (Lucas 18.1) inculcó a sus iglesias la necesidad de la oración constante: "Sed perseverantes en la oración, velando en ella en acción de gracias" (Colosenses 4.2). "...siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos" (Efesios 6.18; Romanos 12.12).

El principio activo de toda comunidad orante es el Espíritu Santo, don de Dios y fuerza de lo alto, que habita en la asamblea cristiana como en un santuario consagrado (1 Corintios 3.16) y mora en cada uno de los creyentes como en su propio templo (1 Corintios 6.19).

Caminar en presencia del Señor
Un día me preguntó un periodista en una entrevista: "¿Cuántas horas pasa Ud. en oración cada día?" Le contesté: "No me gusta su pregunta, pues para mi lo ideal no es pasar dos horas o tres horas cada día en oración, sino caminar en presencia del Señor, orando en toda ocasión en el Espíritu, como dice San Pablo. Lo ideal para mí es caminar en presencia del Señor, tratar de estar más y más consciente de la presencia del Señor en mi vida, y levantar a menudo mi pensamiento y mi oración hacia el Señor, como lo hacía San Francisco de Asís que era un hombre HECHO ORACION, como narran sus biógrafos."

Claro que es normal que tengamos cada día unos momentos fuertes de oración en la mañana, a medio día, en la noche. Pero no debemos estar satisfechos ni con una hora de oración, ni con tres horas de oración, pues lo ideal para nosotros es caminar en presencia del Señor en nuestras vidas, como lo hacía aquella religiosa carmelita de Dijón, la beata Sor Isabel de la Trinidad, que se detenía a menudo durante el día para adorar a la Santísima Trinidad presente en su alma. Esa toma de conciencia de la presencia de la Trinidad Santísima en su alma la llevó a un alto grado de perfección.

El peligro del activismo
Hemos de orientar todos nuestros proyectos apostólicos hacia el Señor para controlar nuestras actividades y no caer en un activismo loco que puede ahogar el espíritu de oración en nuestra vida. No debemos tanto hacer obras para el Señor, sino buscar las obras del Señor.

Si uno trabaja mucho y descuida su vida de oración, puede secarse en su vida espiritual y caer en grandes peligros. Sin la oración, todas las virtudes son como árboles sin tierra. Y si nuestra oración se ahoga en el activismo, se ahoga el alma de nuestro apostolado. El dejar de orar es un signo de que el Espíritu Santo se ha retirado de nuestra vida apostólica.

La oración no nos dispensa del trabajo. Pero si nuestra oración se alimenta en las aguas vivas del Dios vivo, la acción encuentra una nueva eficacia. El trabajo apoyado en la oración encuentra mayores resultados.

El testimonio de la historia
Decía el Papa Paulo VI a las comunidades: "No olviden el testimonio de la historia: la fidelidad a la oración o el abandono de la misma es el termómetro de la vitalidad o de la decadencia de la vida apostólica".

Cuando una persona me dice en dirección espiritual que ya no hace oración, yo le digo: "Para ti, no hay más solución: que vuelvas a orar". Pues no hay conversión sin oración, y no hay oración sin conversión. Todo eso va conexo. La oración es el camino de la amistad con Jesús.

Si por desgracia hemos perdido el gusto por la oración y hemos caído en la tibieza, si sentimos que nos es imposible "ser perseverantes en la oración", y orar constantemente, ¿qué podemos hacer para renovarnos en este elemento tan vital en nuestro apostolado?

La solución está en la oración misma. Hay que acercarse a ella con confianza y con la fe puesta en la palabra del Señor que dice: "Todo cuanto pidan en la oración, crean que ya lo han recibido y lo obtendrán" (Marcos 11.24).

Decía el Papa Paulo VI a las comunidades: "Si Uds. han perdido el gusto por la oración, sentirán nuevamente el deseo de ella poniéndose humildemente a orar. "Este es el secreto para volver a encontrar el gusto por la oración.

Y el mismo Paulo VI decía a los carismáticos el 11 de octubre de 1973: "Una de las notas particulares de la Renovación Carismática es UN GUSTO POR LA ORACION PROFUNDA, PERSONAL Y COMUNITARIA, UN RETORNO A LA CONTEMPLACION Y UN ENFASIS PUESTO EN LA ALABANZA DE DIOS".

El amor en la oración
El amor que ponemos en la oración no es necesariamente algo que se sienta. A veces el Espíritu Santo nos hace pasar por la consolación, y otras veces por la desolación.

El amor en la oración es UNA DETERMINACION EL EL FONDO DE MI SER DE HACER LO QUE DIOS QUIERE. No se siente necesariamente, como tampoco se siente la fe.

La calidad de la oración no se verifica por introspección sino en la vida. Lo que me indica si estoy haciendo buena oración es la vida, especialmente la caridad fraterna, la paciencia cristiana en los problemas, en la adversidad. Es también el desprendimiento.

En la oración, la eficacia nos da una mejor evaluación de su valor que una introspección. La oración en sí es liberadora.

La mejor parte
Los Padres del Concilio Vaticano II recalcaron la importancia de la oración en su documento Gaudium et Spes, no. 19, cuando dijeron: "Dios quiere entablar un diálogo amoroso con todo hombre y en esto consiste la mayor dignidad de la persona humana".

Esta es sencillamente una manera de repetir lo que afirmó Jesús en Betania cuando dijo que María había escogido la mejor parte.

Texto extraído del libro: El Padre Emiliano nos escribe (por John Fleury), páginas 105-108.

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