En aquel tiempo, los discípulos le preguntaron a Jesús: "¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?" Él les respondió: "Ciertamente Elías ha de venir y lo pondrá todo en orden. Es más, yo les aseguro a ustedes que Elías ha venido ya, pero no lo reconocieron e hicieron con él cuanto les vino en gana. Del mismo modo, el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos". Entonces entendieron los discípulos que les hablaba de Juan el Bautista. Mateo 17, 10-13
En la reflexión judía, así como David es el rey por excelencia, Elías es el profeta por excelencia y en la era mesiánica, tanto David como Elías, regresarían para darle a Israel el esplendor y la gloria que un día tuvieron y que perdieron. Dios levantaría para su pueblo un nuevo rey y un nuevo profeta; el rey les devolvería la gloria y el profeta restauraría la amistad con Dios mediante la promulgación de una nueva alianza.
En Jesús tenemos al Mesías esperado que restaura el reino de Dios, pero con una nueva visión; no se trata de gloria ni honor, no se trata de poder y derrotas; se trata de servicio, de entrega, de solidaridad y de amor. Esta nueva visión, es preparada por Juan Bautista, el profeta movido por el espíritu de Elías, es decir, el mismo Espíritu de Dios, que no deja de llamar al hombre y al cristiano, al cambio de vida, a la justicia, al servicio, mediante la apertura a la ley de Dios que se resumirá siempre en caridad solidaria con el hermano que sufre.
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