La Epifanía del Señor

"Miren que llega el Señor del señorío: en la mano tiene el reino, y la potestad y el imperio".

Éste primer domingo del año, nos presenta la Epifanía del Señor. Vemos como Dios se ha manifestado al mundo desde una experiencia de amor única e inconfundible. Su divinidad se hace parte de nosotros, Toma rostro humano. El rostro de Dios no resplandece en las cosas portentosas exclusivamente, su rostro resplandece desde la sencillez. También nosotros somos invitados a "levantarnos y a resplandecer" con actitudes que reflejen el verdadero rostro de Dios, es decir la misericordia. Esta tarea la podemos llevar a cabo si confiamos en esa gracia que tenemos de llevar muchos dones y talentos para el servicio de los demás. Es una riqueza que hará de nuestra Iglesia un resplandor de bendiciones. Como cristianos somos un solo cuerpo, y por eso debemos trabajar en unidad y fraternidad. No seamos como Herodes, no tengamos envidia de la riqueza de los demás y que eso nos lleve incluso a quitarlos del camino. Como aquellos hombres que siguieron la estrella, nosotros hoy la seguimos, es la estrella de la misericordia de Dios que nos conduce a ver su rostro en las personas que sufren y postrarnos ante ellas con sencillez. Abramos los cofres de la solidaridad, el perdón y la paz, para que sean las ofrendas que el mundo de hoy necesita y así Dios se siga manifestando por medio de nuestras buenas acciones. La Solemnidad de la Epifanía, es la celebración de la "Manifestación", lo que quiere decir, que Jesús se revela a todos los pueblos del mundo, representado en los Magos de Oriente: hombres de otras culturas y que practicaban otras religiones. Por tanto, la salvación que se manifiesta en el Señor, no se limita a religiones, sino que alcanza a todos los hombres y mujeres de la historia.

Señor Jesús, que al contemplar hoy a los Magos de Oriente que te buscan con sus ofrendas, también nosotros nos animemos a encontrarte para entregarte lo mejor de nuestra vida: el oro de la fe piadosa y entregada a ti, el incienso de la oración y la mirra de una vida fiel a ti, que no se deja vencer por las dificultades, sino que se aferra a tu misericordia. Aleja, amado Señor, los caminos que no nos llevan a Ti y dirige nuestras vidas para que sólo sigamos los senderos del amor, el respeto y la ayuda a los más necesitados. Santísima Virgen María, que junto a San José, llevabas en tus brazos al Niño Jesús cuando recibieron la visita de los Magos, hoy te queremos honrar y venerar como Madre de nuestro Salvador, y te suplicamos que nos acompañes en todos los momentos de nuestra vida, y que siempre nos muestres la estrella que tenemos que seguir para entrar en la presencia de Dios. Amén.

*Tomado del Libro de lecturas "Minutos de Amor"

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