Miércoles de Ceniza

Te compadeces de todos, Señor, y no odias nada de lo que has hecho; cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Y los perdonas, porque Tu eres nuestro Dios y Señor. (Sal 11, 24-25, 27) 

Con la bendición e imposición de la ceniza iniciamos la Cuaresma, nuevo tiempo litúrgico caracterizado por la escucha de la Palabra de Dios, la penitencia, la oración y la limosna, como preparación digna para vivir el Misterio Pascual, es decir, la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Este tiempo litúrgico de cuarenta días se centra en la conversión en un cambio radical de vida en el cristiano. La conversión es propuesta a la Iglesia entera mediante el rito austero e imposición de Ceniza, que con la exhortación "Conviértete y cree en Evangelio" o "Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás", nos conduce a reflexionar acerca del llamado a la conversión. Al volver a Dios, recordamos que somos seres frágiles necesitados de su gracia. La frecuencia de los sacramentos, la oración, las privaciones (como por ejemplo el ayuno y la abstinencia), y otras obras de ayuda mutua, manifiestan el desprendimiento de los bienes materiales y la renuncia al egoísmo. El Papa Francisco. este año dedicado a la Misericordia, nos expresa que volver al Señor de todo corazón" significa emprender el camino de una conversión no superficial y transitoria, sino un itinerario espiritual que concierne al lugar más intimo de nuestra persona. En efecto, el corazón es la sede de nuestros sentimientos, lugar en el que maduran nuestras elecciones, nuestras actitudes. 

Queridos hermanos y hermanas: El Señor no se cansa nunca de tener misericordia de nosotros, y quiere ofrecernos una vez más su perdón, invitándonos a volver a Él con un corazón nuevo, purificado del mal, purificado a causa de las lágrimas. para compartir su alegría, ¿Como acoger esta invitación? Nos lo sugiere San Pablo: "En nombre de Cristo pedimos: que se reconcilien con Dios" (2 Co 5, 20). Este esfuerzo de conversión no es solamente una obra humana, es dejarse reconciliar con Dios. La reconciliación entre nosotros y Dios es posible por la misericordia del Padre que, por amor a nosotros, no dudó en entregar a su Hijo unigénito". Queridos hermanos, comencemos con confianza y alegría este camino cuaresmal combatiendo espiritual y materialmente el pecado, dejándonos reconciliar con Dios y recibiendo su gracia, para que lleguemos purificados y liberados del pecado al día glorioso de la Pascua.

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