"El Señor es mi luz y mi salvación: ¿a quien temere? El Señor es la defensa de mi vida: ¿ quien me hará temblar? Ellos, mis enemigos y adversarios, tropiezan y caen" (Sal 26, 2-2)
En numerosas ocasiones, cuando nos acomete una enfermedad o desgracia, pensamos que es un castigo de Dios a causa de nuestros pecados o mal comportamiento. Hoy en la primera lectura encontramos una situación como la detallada: "Has venido a mi casa para que recuerde yo mis pecados". En este año jubilar, no podemos olvidar que Dios se desborda en Misericordia ante la persona pecadora. Es cierto que el pecado está presente en la vida, pero Dios no nos recrimina por su causa; El devuelve la vida como lo hizo con aquel niño: "Mira, tu hijo está vivo". Por eso san Pablo en la segunda lectura quiere recordarnos que el Evangelio predicado no es obra humana sino divina. coloca su propia vida como ejemplo, citando su conversión, luego de ser perseguidor de la Iglesia. Nosotros debemos reconocer nuestras faltas con plena sinceridad con el fin de experimentar la vida nueva en El mismo Jesús, que "pasó por el mundo haciendo el bien", nos deja más lecciones por seguir, acrecentando nuestra fe y vida cristiana. Él sale al encuentro de la persona que sufre, tocando y sintiendo su dolor. Hermanos, en este domingo dejemos que la Palabra del Señor siga interpelando nuestra vida y por la invitación de la misericordia, reconociendo nuestros pecados y confiando en la bondad divina.
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