"Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mi, aunque muera, vivirá" (Jn 11, 25). El abad San Odilón de Cluny, en el año 998, prescribió a todos los monasterios sometidos a su jurisdicción, que el día siguiente a Todos los Santos se hiciera memoria de todos los fieles difuntos. En el siglo XIV, la Santa Sede admitió esta celebración para toda la lglesia, como continuación de la solemnidad del día anterior. El alma de la persona fallecida puede ir al cielo, al infierno o al purgatorio. Si va al purgatorio, quiere decir que aún necesita purificarse, pero que su destino será, en algún momento el cielo. Por esto, los creyentes en la tierra pueden ayudar a las almas del purgatorio con las oraciones, limosna y, sobre todo, con el sacrificio de la Sagrada Eucaristía para que puedan ir más pronto al cielo; recordemos que rogar por los difuntos es una obra de misericordia "El recuerdo de los difuntos, el cuidado de los sepulcros y los sufragios, son testimonios de confiada esperanza, arraigada en la certeza de que la muerte no es la última palabra sobre la suerte humana, puesto que el hombre está destinado a una vida sin límites, cuya raíz y realización están en Dios ", afirmó el Papa Francisco.
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