"Oh Dios, hemos recibido tu misericordia en medio de tu templo. Como tu renombre, oh Dios, tu alabanza llega el confín de la tierra; tu diestra está llena de justicia". (Sal 47, 10-11)
La fiesta de la Presentación del Señor Jesús en el templo es llamada también la fiesta del encuentro. La sagrada liturgia muestra que Jesús va al encuentro de su pueblo. Cuando María Santísima y San José llevaron su niño al Templo de Jerusalén, tuvo lugar el primer contacto entre Jesús su pueblo, representado por los dos ancianos Simeón y Ana. La ley de Moisés mandaba que a los 40 días de nacido un niño fuera presentado en el templo. Hoy, dos de febrero, se cumplen los 40 días, contando desde el 25 de diciembre, fecha en la gue celebramos el Nacimiento de Jesús. Navidad, Epifania y la Presentación del Señor forman parte de un tríptico litúrgico. El origen de esta fiesta, con la bendición de los cirios y la procesión, hay que situarlo en Jerusalén, en siglo IV. La Presentación de Jesús en el templo tenía un marcado signo mariano: la purificación de la Virgen Maria. Junto a esta Solemnidad celebramos la Jornada Mundial de la vida Consagrada y como exhorta el Papa Francisco "el fortalecimiento y la renovación de la Vida Consagrada pasan por un gran amor a la regla y por la capacidad de contemplar y escuchar a los mayores de la Congregación. Así, el depósito, el carisma de una familia religiosa, queda custodiado tanto por la obediencia como por la sabiduría. Y este camino nos salva de vivir nuestra consagración de manera "light", desencarnada, como si fuera una teoría, que reduce la vida religiosa a una caricatura en la que se da un seguimiento sin renuncia, una oración sin encuentro, una vida fraterna sin comunión, una obediencia sin confianza y una caridad sin trascendencia". Que en esta Solemnidad de la Presentación del Señor elevemos nuestra oración ferviente por todos los religiosos y religiosas, para sigan entregando su vida y su servicio por el bien de la lglesia.
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