"Cuando el Señor entró en el mundo dijo: Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad". Heb 10, 5-7
En medio de este hermoso ambiente penitencial y de conversión festejamos la gran solemnidad de la Anunciación del Señor, que tomó su nombre de la Buena Nueva anunciada por el Arcángel Gabriel a la Santísima Virgen María, referente a la Encarnación del Hijo de Dios. Era el propósito divino dar al mundo un Salvador, al pecador una víctima de propiciación, al virtuoso un modelo, a esta doncella que debía permanecer Virgen, un Hijo y al Hijo de Dios la naturaleza humana, capaz de sufrir el dolor y la muerte, con tal de que Él pudiera darnos la salvación a precio de su Santísima Sangre. El Papa Francisco ha manifestado que en la Anunciación, el Mensajero de Dios la llama (a Santa María) llena de gracia y le revela este proyecto. Maria responde 'sí' y desde aquel momento la fe de María recibe una luz nueva. se concentra en Jesús, el Hijo de Dios que de Ella ha tomado carne y en quien se cumplen las promesas de toda la historia de la salvación. La fe de María es el cumplimiento de la fe de Israel, en Ella está precisamente concentrado todo el camino, toda la vía de aquel pueblo que esperaba la redención, y en este sentido es el modelo de la fe de la Iglesia, que tiene como centro a Cristo, encarnación del amor infinito de Dios". El mundo no iba a tener un Salvador hasta que Ella hubiera dado su consentimiento a la del ángel. Lo dio he aqui el poder y la eficacia En ese momento, el misterio de amor y misericordia al género humano miles de años atrás, predicho por tantos profetas y deseado por tantos santos, se realizó sobre la tierra. Que en este sábado de Cuaresma recordemos con alegría el anuncio de la llegada del Mesías esperado: "No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo" (Lc 1, 26-38)
No hay comentarios:
Publicar un comentario