Llegó la Semana Santa, el momento de la salvación está más cerca que nunca, por lo que debemos hacer una pausa en nuestros afanes y quehaceres cotidianos para reflexionar qué tan generosos fuimos con el Señor durante la Cuaresma que concluimos, Recordemos el Miércoles de Ceniza y lo que nos dijeron al signarnos la frente: "Conviértete y cree en el Evangelio"; nosotros respondimos "Amén", es decir, "Si, acepto". Luego, traigamos a la memoria el Viacrucis que meditamos y los días de ayuno, ¿han producido algo en nosotros o somos los mismos de siempre? Por último, recordemos la invitación que el domingo pasado nos hacía la liturgia, renovando las promesas bautismales y siendo firmes en las renuncias. Todo este camino desemboca en esta semana, que iniciamos con la entrada victoriosa de Jesús en Jerusalén y que concluiremos con su gloriosa Resurrección. La Semana Santa es el tiempo más importante en la vida de la Iglesia, pues es allí cuando los discípulos vieron realizadas en plenitud palabras y promesas del Maestro. Durante estos días reflexionaremos los episodios de la traición de Judas, la negación de Pedro, la unción en Betania, el juicio de Jesús, la institución de la Eucaristia, entre otros, pero el punto más alto es sin lugar a duda la Vigilia Pascual, cuando esperamos como comunidad que llegue la luz del nuevo día con la resurrección del Mesías. Hermanos, dispongamos nuestro espíritu para estos días, pues no son ordinarios, sino de interiorización, reflexión y acercamiento a Dios. Asistamos a las celebraciones en la parroquia y oremos por los cristianos que no tienen la oportunidad de reunirse ni de festejar públicamente su amor al Señor, pues el temor de las persecuciones se los impiden.
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