"La misericordia del Señor llena la tierra, la Palabra de Dios hizo el cielo". (Sal. 32, 5-6)
El tiempo pascual está compuesto por siete domingos cada uno con un sentido propio que permite profundizar en el Misterio Pascual de Cristo. Así, el primer domingo es el de la Resurrección y el segundo es el de la Divina Misericordia, hasta que llegamos al cuarto domingo, que se dedica a contemplar la figura de Cristo como Buen Pastor, como aquel que se hace responsable de un rebaño, lo cuida y lo mantiene a salvo aun a costa de su vida. El Señor Jesús ha vencido la muerte, por lo que conoce el camino que lleva al Padre, por eso dice: "Yo soy la puerta de las ovejas, quien entre por mi se salvara". Ser pastor significa guiar, conducir proteger, y esto no se logra si no se tiene el conocimiento para hacerlo. Jesús no nos lleva por caminos desconocidos a tientas, sino que Él nos conduce por verdes praderas y fuentes tranquilas. Quienes caminamos y permanecemos con Él, sabemos que no defrauda ni se olvida de los que lo aman, tanto que desviamos nuestro rumbo y transitamos por cañadas oscuras, Él está a nuestro lado para auxiliarnos. Además, esta preciosa imagen de cercanía y amor se complementa con la del Cordero en la segunda lectura: Pastor y cordero son las figuras que utiliza la Palabra para describir el misterio Pascual de Cristo: Él es la víctima inmolada por nuestros pecados y es el Pastor y la puerta que nos conduce a los prados verdes del Reino. Esta semana es de jubilo y festejo, no solo porque fuimos salvados en la cruz del Señor, sino también porque Él no nos dejó solos después de su partida.
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