"Fieles de Dios, vengan a escuchar; les contaré lo que el Señor ha hecho conmigo. Aleluya" (Sal. 65.16)
Concluimos este mes dedicado a la Virgen Santísima, contemplándola de camino a visitar y servir a su prima Santa Isabel. San Ambrosio meditando sobre el segundo misterio gozoso del Rosario, escribió: "¿Y de dónde a mí que la Madre de mi Señor venga a visitarme? No habla como una ignorante -sabía ella que existía la gracia y la operación del Espíritu Santo, para que la madre del profeta fuera saludada por la Madre del Señor para provecho de su hijo-, sino que ella reconocía que es el resultado no de un mérito humano, sino de la gracia divina. Dice así: ¿De dónde a mí?, es decir, ¿qué felicidad me llega que la Madre de mi Señor me visite? Yo reconozco que no tengo nada que esto exija. ¿De dónde a mí? ¿Por qué justicia, por que acciones, por qué méritos? No son diligencias acostumbradas entre mujeres que la Madre de mi Señor venga a mí. Yo presiento el milagro, reconozco el misterio: la Madre del Señor está fecundada del Verbo, llena de Dios". La visita de María Santísima a su prima Santa Isabel es la visita del Dios-con-nosotros a su pueblo amado. Además, nuestra Madre María recibió el mensaje más importante que Dios ha enviado a la tierra: el de la Encarnación del Redentor en el mundo, y en seguida se fue a prestar servicios humildes a su prima Isabel que llevaba en su seno al Precursor a Juan el Bautista. No fue como reina y señora sino como sierva humilde y fraterna.
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