La profecía del nacimiento en Belén - Diciembre 22

¡Portones! Alcen los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la Gloria 

Belén fue la ciudad a la que San José llevó a su familia para el censo; estando Santísima Virgen María y dio a luz a su hijo, al Mesías (Lc 2, 1-4). Belén era la ciudad y la casa de la familia de David un elemento que también vincula al Señor con la descendencia davídica. Belén era una ciudad pequeña, pues el centro de poder estaba en Jerusalén; por esto, el profeta Miqueas profetiza: "En cuanto a ti, Belén Efratá, la menor entre los clanes de Judá, de ti sacaré al que ha de ser el gobernador de Israel". La profecía va en contra de la lógica del mundo que esperaba que el Mesias llegaría al palacio en medio de lujos y excesos. El mismo Herodes, tras recibir la visita de los magos de Oriente, se sobresaltó y preguntó por el lugar de la revelación: "En Belén de Judea" (Mt 2, 5). Es importante que Jesús, el Mesías, haya nacido en Belén porque desmonta la idea de que Dios solo se hace presente en los grandes palacios, cuando lo que nos muestra es que tomó carne en una pequeña ciudad sin mayor relevancia y nació en un sencillo pesebre; es decir, vino al mundo en medio de mayor humildad posible. Los magos fueron a Herodes para preguntar por el Niño en el palacio, pero la estrella indicaba un camino diferente: un hogar humilde en Belén. Hermanos, no desfiguremos el mensaje de Jesús, haciéndolo pasar por alguien que no es, aprendamos de su ejemplo y desprendámonos del deseo desenfrenado de bienes materiales, para ver que en lo pequeño y en lo insignificante para el mundo es que Dios se revela.

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