Miércoles de Ceniza - Febrero 14

"Te compadeces de todos, Señor, y no odias nada de lo que has hecho, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Y los perdonas, porque Tú eres nuestro Dios y Señor" 
(Sab. 11, 24-25, 27). 

Con la bendición e imposición de la ceniza iniciamos la Cuaresma, nuevo tiempo litúrgico caracterizado por la escucha de la Palabra, la penitencia, la oración y la limosna, como preparación para vivir el Misterio Pascual (Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor). Este tiempo litúrgico de cuarenta días se centra en la conversión y en el cambio radical de la vida. La conversión es, para toda Iglesia, mediante el rito de la ceniza, que con la exhortación; "Conviértete y cree en el Evangelio" o "Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás" nos conduce a reflexionar acerca de la finalidad de nuestra fe: configurarnos con el Señor. La conversión es un volver a Dios, un cambio de mentalidad en el que recordamos que somos frágiles y necesitados de la gracia del Señor. El Papa Francisco nos enseña que "la Cuaresma nos llama a 'espabilarnos', recordar que somos creaturas y que no somos Dios. Cuando veo en el pequeño ambiente cotidiano algunas luchas de poder por ocupar sitios, pienso: esta gente juega a ser Dios creador. El Evangelio indica los elementos del camino espiritual: la oración, el ayuno y la limosna". La oración: es la fuerza del cristiano en la debilidad y en la fragilidad de nuestra vida, podemos dirigirnos a Dios con confianza de hijos y entrar en comunión con Él. El ayuno: es estar atentos de no practicar un rito vacío, de no consumir alimentos. Ayunar: nos ayuda a entrenar el corazón en lo esencial y el compartir. La limosna: indica la gratuidad porque en ella se da con generosidad a alguien de quien no se espera recibir algo a cambio.

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