Bendición de la Corona de Adviento: La tierra, Señor, se alegra en estos días y tu Iglesia desborda de gozo ante tu Hijo, el Señor, que se acerca como luz esplendorosa para iluminar a los que yacemos en las tinieblas de la ignorancia, del dolor y del pecado. Lleno de esperanza en su venida, tu pueblo ha preparado esta corona con ramos del campo y la ha adornado con luces. Ahora, pues, que vamos a empezar el Tiempo de preparación para la venida de tu Hijo, te pedimos, Señor, que mientras se acrecienta cada día el esplendor de esta corona, con nuevas luces, a nosotros nos ilumines con el esplendor de Aquel que, por ser la luz del mundo, iluminará todas las oscuridades. Él que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Segundo domingo de Adviento (segunda vela)
ORACIÓN: Los profetas mantenían encendida la esperanza de Israel. Nosotros como un símbolo, encendemos estas dos velas. El viejo tronco está rebrotando; se estremece porque Dios se ha sembrado en nuestra carne. Que cada uno de nosotros, Señor, se abra para que nazcas, para que brotes, para que florezcas y mantengas en nuestro corazón encendida la esperanza. ¡Ven pronto, Señor! ¡Ven, Divino Salvador!
Después de la oración, se sugiere meditar la segunda carta de Pedro 3,13-14
La esperanza del creyente se fundamenta en la promesa de llegar a disfrutar de una absoluta plenitud; claro está que la misma debe ser alcanzada de manera progresiva, es decir, no podemos esperar que todo se nos dé a manos llenas sin aportar nada. Tenemos que aportar mucho más de lo que imaginamos para que desde aquí vayamos sembrando, regando y cuidando aquello que hemos de cosechar en la eternidad.
Tercer domingo de Adviento (tercera vela)
ORACIÓN: En las tinieblas se encendió una luz, en el desierto clamó una voz. Se anuncia la Buena Noticia: ¡El Señor va a llegar! ¡Preparen sus caminos, porque ya se acerca! Adornen su alma como una novia se engalana el día de su boda. ¡Ya llega el mensajero! Juan Bautista no es la luz, sino el que nos anuncia la luz.
Cuando encendemos estas tres velas cada uno de nosotros quiere ser antorcha tuya para que brilles y llama para que calientes. ¡Ven, Señor, a salvarnos, envuélvenos en tu luz, caliéntanos en tu amor!
Para este domingo se sugiere meditar la primera carta a los Tesalonicenses 23.
El aquí y el ahora exige de parte nuestra una responsabilidad, ya que permanentemente nos invita a vivir de manera coherente y a dejar que la paz de Dios ilumine nuestro caminar, para llegar a dar respuesta a los interrogantes que plantea el mundo. No estamos solos, dicho de otra manera, Dios camina a nuestro lado; no dejemos que los afanes de lo cotidiano nos aparten de la Comunión con Dios, para que las realidades del otro se vean colmadas de la Presencia de nuestro Salvador
Cuarto domingo de Adviento (4ta vela)
ORACIÓN: La Virgen y San José, con su fe, esperanza y caridad, salen victoriosos en la prueba. No hay rechazo, oscuridad ni incomodidad que les pueda separar del amor de Cristo que nace; ellos son los benditos de Dios que lo acogieron. Dios no encuentra mejor lugar que aquel pesebre, porque allí estaba el Amor inmaculado que lo recibió
Nos unimos a La Virgen y San José con un sincero deseo de renunciar a todo lo que impide que Jesús nazca en nuestro corazón
Este último domingo de Adviento, meditemos el texto de la segunda carta a los Tesalonicenses 1,6-7
El quehacer cristiano nunca espera ser recompensado por la materialidad que lo circunda; todo lo contrario, lucha incansablemente para que la Presencia del Maestro penetre todas las esferas del ser humano y así pueda llegar a disfrutar de la Presencia del Reino de Dios en medio del mundo. La fe no puede ser simple retórica, es necesaria la acción y la eficacia para que la sapiencia de Dios, impresa en el corazón del que cree, conquiste la mente y el corazón del que se declara ajeno a Dios.
Oración final
Infunde, Señor, tu gracia en nuestros corazones para que cuantos, por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo Jesucristo, por su Pasión y su cruz lleguemos a la gloria de su Resurrección. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
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