"Un Niño nos ha nacido, un Hijo se nos ha dado; lleva a hombros el principado, y es su Nombre: “Mensajero del designio divino»" (Is 9, 5)
Celebramos la Natividad del Hijo de Dios y como nos Papa Francisco María dio a luz, María nos dio la Luz. Un relato sencillo para sumergirnos en el acontecimiento que cambia para siempre nuestra historia. Todo, en esa noche, se volvía fuente de esperanza Por decreto del emperador, María y José se vieron obligados a marchar. Tuvieron que dejar su gente, su casa, su tierra y ponerse en camino para ser censados. Una travesía nada cómoda ni fácil para una joven pareja en situación de dar a luz: estaban obligados a dejar su tierra. En su corazón iban llenos de esperanza y de futuro por el Niño que vendría; sus pasos, en cambio, iban cargados de incertidumbres y peligros propios de aquellos que tienen que dejar su hogar. Y precisamente allí, en esa desafiante realidad, María nos regaló al Emmanuel. El Hijo de Dios tuvo que nacer en un establo porque los suyos no tenían espacio para El. Vino los suyos y los suyos no lo recibieron' (Jn 1,11). Y allí, en medio de la oscuridad de una ciudad, que no tiene ni espacio ni lugar para el forastero, en medio de oscuridad de una ciudad en pleno movimiento y que en este caso pareciera que quiere construirse de espaldas a los otros, precisamente allí se enciende la chispa revolucionaria de la ternura de Dios. En Belén se generó una pequeña abertura para aquellos que han perdido su tierra, su patria, sus sueños; incluso para aquellos que han sucumbido a la asfixia que produce una vida encerrada. En este Niño, Dios nos invita a hacernos cargo de la esperanza, a hacernos centinelas de tantos que han sucumbido bajo el peso de esa desolación que nace al encontrar tantas puertas cerradas. En este Niño, Dios nos hace protagonistas de su hospitalidad". Queridos lectores, que el Niño Jesús recién nacido nos traiga la abundancia de sus dones. de Navidad.
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