“El Señor fue mi apoyo: me sacó a un lugar espacioso, me libró, porque me amaba”.
(Sal 17, 19-20)
Este domingo terminamos la primera parte del Tiempo Ordinario, porque el próximo 6 de marzo es Miércoles de Ceniza y con el signo de la Cruz en nuestra frente comenzamos la Cuaresma. Vivamos estos días con total devoción y amor, esperando lo venidero con la esperanza puesta en la misericordia de Dios. Todos, se supone, apreciamos la vida; por eso, debemos estar muy agradecidos con Dios por las cosas maravillosas que nos ha dado. Preguntémonos : ¿ cómo es nuestra vida ?, ¿ qué estamos haciendo ?, para dónde nos dirigimos? Estos interrogantes, a la luz de la Palabra de Dios y de la Eucaristía, deben tener una respuesta, y, junto al Tiempo de Cuaresma, nos van a dar las claves para responder positivamente y de manera coherente. El Salmista nos da la primera pista: "El justo crecerá como una palmera" (Sal 92, 13). Así debería ser nuestra vida: siempre en ascenso, con frutos según la Voluntad de Dios y no según nuestros intereses. Asimismo, San Pablo nos presenta el triunfo de Cristo sobre la muerte, el cual también nos muestra cuál es nuestra tarea; luchar para que el poder del pecado no nos destruya y de esa manera nuestros frutos sean los mejores. Por otra parte, con el santo Evangelio queda muy claro que podemos ser ciegos ante lo que Dios nos pide. Una manera de dar frutos buenos es no juzgar a las demás personas; mejor mirar nuestras debilidades para ser misericordiosos y compasivos. Hermanos, "No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano" (Lc 6, 43) Queda este pensamiento bíblico para que, a la Luz de la Eucaristía, veamos qué tipo de árbol somos; de esta manera, nos preparamos para entrar en el Tiempo de Cuaresma con la mejor disposición espiritual.
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