Nos vestimos de júbilo para celebrar la memoria de Nuestra Señora, la Santísima Virgen María, en la advocación del Perpetuo Socorro, que ofrece auxilio a sus hijos que peregrinamos en la tierra. Cuando contemplamos esta sagrada imagen vemos unas iniciales identificando a María como la Madre del Hijo de Dios, Jesucristo. Las estrellas que se ven sobre la cabeza de la Madre Santísima indican el dogma de la Virginidad de María: antes, durante y después del parto. Las letras más pequeñas identifican al ángel de la izquierda como San Miguel Arcángel, quien lleva la lanza y la caña con la esponja empapada de vinagre, instrumentos de la Pasión de nuestro Señor y Redentor. El ángel a la derecha es identificado como San Gabriel Arcángel, y él sostiene la Cruz y los clavos. Son tan sagrados los instrumentos utilizados en la Pasión de Cristo, que los ángeles no los tocan con sus manos, sino con el paño que los cubre. Continuando con la meditación de la sagrada imagen de Perpetuo Socorro, el artista redondeó la cabeza y el velo de la Madre para indicar la santidad que le viene de Dios. El fondo dorado es simbolo de la luz eterna que es Cristo: Luz del mundo y de la humanidad. El velo o manto es de color púrpura, signo de Virgen ha sido unida, mientras que el traje azul indica su humanidad. El Niño Divino tiene una expresión de temor y con las dos manitas aprieta la derecha de su Madre, por una visión que tuvo de la Pasión que sufriría más adelante. María Santísima lo sostiene en sus brazos de manera protectora y amorosa, su mirada está fija no en Jesús, su Hijo, sino en nosotros recordándonos que así como en tierra Él se puso enteramente en sus manos buscando protección ahora en el cielo, el Señor se confía en los cuidados de cada uno de nosotros.
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