"Estos son los que, mientras estuvieron en la tierra con su sangre, plantaron la Iglesia: bebieron el cáliz del Señor y lograron ser amigos de Dios"
Apóstoles En la Jornada del Óbolo de San Pedro celebramos la Solemnidad de dos grandes apóstoles testigos de Jesucristo y, a la vez, hacemos una solemne confesión de fe en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica Ante todo es una fiesta solemne de toda la Iglesia. El Papa Francisco nos envía su santa bendición y nos dice que "al recordar a los Santos Pedro y Pablo, asociamos también a María, imagen viva de la Iglesia, esposa de Cristo que los dos apóstoles plantaron con su sangre. San Pedro conoció personalmente a María y en diálogo con Ella, especialmente en los dias que precedieron Pentecostés (Hch 1, 14), pudo profundizar el conocimiento del misterio de Cristo. Asimismo San Pablo, al anunciar el cumplimiento del designio salvífico en la plenitud del tiempo, no dejó de recordar a la mujer de la que el Hijo de Dios había nacido en el tiempo (Gál 4, 4). María, Pedro y Pablo: son nuestros compañeros de viaje en la búsqueda de Dios; son nuestras guías en el camino de la fe y de la santidad; ellos nos conducen a Jesús, para hacer todo lo que El nos pide. Invoquemos su ayuda para que nuestro corazón pueda estar siempre abierto a las sugerencias del Espíritu Santo y encuentro con los hermanos". San Pedro y San Pablo sufrieron el martirio en Roma. El primero, entre los años 54 68; el segundo, entre los años 58 y 67. San Pedro murió crucificado cabeza abajo cerca del lugar que ocupa la Basílica Vaticana, edificada sobre su sepulcro. San Pablo murió decapitado, según la tradición, junto la via Ostiense, a cinco kilómetros de Roma, cerca de la Basílica construida sobre su sepulcro. La tradición cristiana siempre ha considerado inseparables a estos dos santos pilares de la Iglesia, que representan todo el Evangelio de Cristo.
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