Yo reprendo y corrijo a todos los que amo, se ferviente y arrepiéntete

"No me abandones, Señor, Dios mío, no te quedes lejos; ven a prisa a socorrerme. Señor mío, mi salvación". (Sal 37, 22.23) 

Hermanos, en la lectura del Libro de la Sabiduría (11, 22-12, 2), el escritor sagrado nos habla de la omnipotencia de Dios, pues todo cuanto existe fue creado por Él y para Él. Además, quiere mostrarnos el gran amor que nos tiene Dios, pues, como dice la lectura, "pasas incluso por alto los pecados para llevar al pecador a arrepentirse"; de esta manera, nos muestra su afecto, pues espera que nos apartemos del mal y creamos firmemente en Él. Por otra parte, San Pablo tiene presente que los sufrimientos que experimentamos en la vida nos hacen entrar en momentos de desesperación; por eso, pone al descubierto lo importante que es la oración de intercesión dentro de una comunidad cristiana, pues esta es la fuerza que sostiene al creyente en las adversidades de la vida cotidiana y permite que el mismo Señor se honre en su actuar. Finalmente, el Evangelio nos muestra cómo Jesús es salvación y conversión para todo aquel que se esfuerza por tener un encuentro vivo y personal con Ël. Tal fue la experiencia de Zaqueo que, después de su encuentro con el Señor, se compromete a resarcir el pecado que en algún momento pudo haber cometido, ya que era un hombre rico y probablemente su centro de vida era el dinero. Hermanos, dejemos que el Señor entre y cene con nosotros, para que la salvación llegue a nuestras vidas. Esta semana elevemos una oración por nuestros hermanos que aún viven en el pecado, para que puedan encontrarnos con Dios, gozar de su misericordia y arrepentirse de sus faltas.

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