¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
Padre de amor y de infinita misericordia, mira con bondad al pueblo que ha decidido emprender esta novena, para que, con la fuerza gozosa de tu Santo Espíritu, reciba agradecido el regalo de la Salvación. Toca los corazones de tus hijos que con devoción y en torno al pesebre se reúnen para contemplar una vez más el Nacimiento de tu adorado Hijo; no permitas que la rutina y el afán del mundo perturben la grandeza de lo compartido, y así, vivan con gozo la llegada del Niño de Belén. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Oración para todos los días
Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amaste a los hombres, que les diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que, hecho hombre en las entrañas de una Virgen, naciera en un pesebre para nuestra salud y remedio; yo, en nombre de todos los mortales, te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio. En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu Hijo humanado, suplicándote por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con total desprecio de todo lo terreno, para que Jesús, recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.
(Se reza tres veces el Gloria).
Día Sexto
"José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer, porque lo engendrado en Ella es del Espíritu Santo"
(Mt 1, 20).
(Mt 1, 20).
Queridos hermanos, durante estos días de novena el tema más recurrente ha sido el de las promesas de Dios, su correspondiente cumplimiento y la fidelidad que se espera de nosotros. Ayer, por ejemplo, pensábamos en cómo reaccionábamos al ver que a nuestro alrededor se realiza aquello que los demás desean, pero que en nuestra vida todo continúa igual. Hoy, precisamente, el turno es para nosotros. Cuando vemos realizadas las promesas de Dios para nuestras vidas, ¿cómo reaccionamos? ¿Le damos el crédito a Él o consideramos que llegaron por nuestros propios méritos? ¿Aprovechamos aquello que el Señor nos concede o lo dejamos pasar para luego lamentarnos? Precisamente, el fragmento de la Palabra para este día nos presenta el caso de San José, un hombre justo elegido por Dios para ser esposo, padre y protector de la familia de Nazaret; sin embargo, él experimentó una sensación muy nuestra ante los retos y las bendiciones: el miedo y el impulso de huir, de "salir corriendo"; aun así, Dios insistió en su vida y le habló en sueños, motivándolo a aceptar aquello que de Su mano le venía. Recibido el mensaje y superado el temor, San José no se apartó nunca más de su familia, de su sueño, sino que la alegría lo acompañó por haber aceptado las bendiciones de Dios. Amada familia, a nosotros nos puede suceder algo similar, pues al pedir con insistencia un milagro o una bendición podemos acostumbrarnos a suplicar, mas no a vivir en la bendición, por lo que al recibirla no sabemos cómo manejarla, cuidarla o reconocerla. Puede que el miedo o el exceso de confianza nos embarguen, pero si tenemos nuestra mirada en el Señor, sabremos superar esta situación para darle gloria, recibir lo que Él nos concede y compartir nuestra alegría con los demás. Que no nos suceda aquello de dejar pasar las bendiciones de nuestra vida por estar enfocados en la de los demás, sino que, como San José, superemos la desconfianza y nos apropiemos de aquello que el Señor nos concede.
Oración a la Santísima Virgen María
Soberana María, que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera por Madre suya, te suplico que Tú misma prepares mi alma y la de todos los que en este tiempo hicieran esta novena para el Nacimiento espiritual de tu adorado Hijo. ¡Oh dulcísima Madre!, comunícame algo del profundo recogimiento y divina ternura con que Tú le aguardaste, para que nos hagas menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.
(Se recita nueve veces el Ave María y el Gloria).
Oración a San José
¡Oh Santísimo José!, esposo de María y padre adoptivo de Jesús, infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Os ruego por el amor que tuviste al Divino Niño, me abraces en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia lo vea y le goce en el Cielo. Amén.
(Se recita el Padrenuestro, Ave María y Gloria).
Gozos para la llegada del Niño Dios
Dulce Jesús mio Mi Niño adorado. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Oh sapiencia suma del Dios Soberano, que al nivel un niño te hayas rebajado! ¡Oh divino infante, Ven para enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
Oh, Adonai potente, que a Moisés hablando de Israel al pueblo diste los mandatos. ¡Oh, ven prontamente, para rescatarnos y que un niño débil muestre fuerte brazo!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Oh, Raíz sagrada de Jesé que en lo alto presentas al orbe tu fragante nardo! ¡Dulcísimo Niño Que has sido llamado lirio de los valles bella flor del campo!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Llave de David, que abre al desterrado las cerradas puertas del regio palacio! Sácanos, oh Niño, con tu blanca mano, de la cárcel triste que labró el pecado!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Oh, lumbre de Oriente, sol de eternos rayos, que entre las tinieblas tu esplendor veamos! ¡Niño tan preciado, dicha del cristiano, luzca la sonrisa de tus dulces labios!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Espejo sin mancha, Santo de los santos, sin igual imagen del Dios soberano! ¡Borra nuestras culpas, salva al desterrado y en forma de niño, da al mísero amparo!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Rey de las naciones, Emmanuel preclaro, de Israel anhelo, pastor del rebaño! ¡Niño que apacientas con suave cayado, ya la oveja arisca ya el cordero manso!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Ábranse los cielos Y llueva de lo alto, Bienhechor rocío como riego santo! Ven, hermoso niño! ¡Ven, Dios humanado! ¡Luce, hermosa estrella, brota flor del campo!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Ven, que ya María previene sus brazos de su Niño vean, en tiempo cercano! ¡Ven, que ya José, con anhelo sacro, se dispone hacerse de tu amor sagrario!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Del débil auxilio, del doliente amparo, consuelo del triste, luz del desterrado! ¡Vida de mi vida, mi dueño adorado, mi constante Amigo, mi divino Hermano!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Véante mis ojos, de Ti enamorados, bese ya tus plantas, bese ya tus manos! ¡Postrado en tierra, te tiendo los brazos y aun más que mis frases, te dice mi llanto!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Ven, Salvador nuestro, Por quien suspiramos! ¡Ven a nuestras almas Ven, no tardes tanto!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
Oración al Niño Jesús
Acuérdate, ¡Oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijiste a la venerable Margarita del Santísimo Sacramento y en persona suya a todos tus devotos estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: "Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado" (Aquí de puede dejar un espacio de silencio para que cada uno haga sus peticiones) Llenos de confianza en Ti, ¡Oh Jesús!, que eres la Verdad misma, venimos a exponerte toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos, por los méritos infinitos de tu Encarnación y de tu Infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a Ti, ¡Oh Niño Omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza, y de que en virtud de tu divina promesa, acogerás y despacharás favorablemente nuestra súplica. Amén.
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