"Me invocará y lo escucharé; lo defenderé, lo saciaré de largos días".
(Sal 90, 15-16)
En este primer domingo de Cuaresma, el libro del Génesis nos mostrará que el rol del adversario, en el proceso de fe del creyente, será confundir a la persona y separarla del plan de Dios, planteando de manera familiar una conversación tramposa que adultera la verdad. Cuando no se toma el control de la conversación, la visión del bien y el mal se distorsiona y surge el pecado. De esta manera, en el Evangelio de hoy, Jesús ofrece pautas claras para lograr aquel control y vencer al tentador. Ante la expresión retadora «Si eres Hijo de Dios», Jesús no se empeña en dar argumentos para fortalecer su imagen, sino que enfoca su discernimiento en elegir lo que hará más visible la Voluntad de Dios. Por ello, frente a cada propuesta del tentador, Jesús no se defiende con textos de la Escritura que hacen alarde de su categoría divina o mesiánica, sino con fragmentos de la Palabra que todo judío creyente conocía y estaba llamado obedecer, mostrando que El quiere vencer desde la humildad del hombre auténticamente fiel, y no desde figuras de poder; así, en Él, todo ser humano está llamado y capacitado para vencer la tentación. Jesús vence al tentador gracias a que declaró que en todos los aspectos de su vida dependía enteramente de Dios, no de sus propias fuerzas, ni del halago o rechazo de los demás. Ante la tentación, ¿queremos demostrar que somos fuertes o buscamos hacer la Voluntad de Dios? Dejémonos impregnar por el sentir de los salmos de esta semana, los cuales afirman que sólo en Dios y en su Palabra se encuentra el verdadero sostén de nuestra vida. Aprendamos a enfrentar la tentación desde la dependencia total de Dios para acrecentar nuestra fidelidad y dejar sin poder alguno el engaño del tentador.
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