"Desbordo de gozo con el Señor y me alegro con mi Dios; porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novia que se adorna con sus joyas".
(Is 61,10)
Queridos hermanos, hoy celebramos la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, dogma de fe que nos revela que nuestra Madre del Cielo, por la gracia de Dios, fue preservada del pecado desde el momento de su concepción, es decir, desde el momento en el cual comenzó su vida humana. Desde los primeros tiempos de la Iglesia, siempre se veneró la Inmaculada Concepción de María. Entre sus más fieles devotos se encuentran santos como san Agustín y San Francisco de Asís. Ya en la Edad Media, el teólogo Juan Duns Scoto reflexionó sobre el Nacimiento de la Virgen María sin mancha de pecado. Según este padre franciscano, para Dios era mejor que su Madre fuera Inmaculada; como es todopoderoso, podía hacer que Ella naciera sin mancha de pecado, y Él hace lo que ve que es mejor hacer. Por ello, Él hizo que María naciera sin mancha de pecado. En 1854, el Papa Pío IX, en su encíclica Ineffabilis Deus, proclamó que: «la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles ». Cuando el ángel Gabriel se apareció a María en el momento de la Anunciación, la llamó «la llena de gracia», lo cual significa que su alma está unida con el mismo Dios y estaba totalmente conducida por su gracia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario