En los Evangelios sinópticos no tenemos información alguna respecto al llamado vocacional que recibieron estos apóstoles; no obstante, ambos aparecen en las listas del grupo de los Doce llamados por Jesús para seguirlo. En el Evangelio de Marcos y de Mateo son nombrados como «Tadeo y Simón el Cananeo» (Mc 3, 18; Mt 10, 3-5); el Evangelio de Lucas, por su parte, los presenta como "Simón, llamado Zelota; a Judas de Santiago» (Lc 6, 15-16). Ahora bien, ellos aparecen nombrados en otra escena que los ubicaría en un plano muy especial, como familiares cercanos a Jesús, y es cuando el Maestro va a la sinagoga de Nazaret y sus paisanos no lo reciben bien, y además murmuran «¿No es este el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, Joset, Judas y Simón ? » (Mc 6,3; Cf Mt 13, 55) Gracias a este testimonio bíblico, la Tradición de la Iglesia ha querido ver en Simón y Judas a dos apóstoles que crecieron junto a Jesús como sus familiares, que lo conocieron de forma muy estrecha y se atrevieron a dar el paso adicional de la fe, para unirse a Jesús de una manera más plena como sus directos seguidores. Su presencia en Pentecostés, (Cf Hch 1, 13. 2, 1) da cuenta de su fidelidad a Cristo y su envío a proclamar la Buena Nueva a toda la creación. Antiguas tradiciones y leyendas presentan a Simón y Judas Tadeo como grandes evangelizadores en Samaría, Siria y Egipto. Según la Tradición, ambos recibieron el martirio fuera de Israel, dando valiente testimonio de la fe en el Señor y dejando sembrada con su sangre la semilla de nuevos cristianos que continuarían dispersando la fe en todas las partes.
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