"Alegrémonos todos en el Señor al celebrar este día de en honor de todos los santos. Los ángeles se alegran de esta Solemnidad y alaban a una al Hijo de Dios".
Queridos hermanos, hoy celebramos como Iglesia la fiesta de todos, pues, en virtud de la redención que Cristo ha obrado, todos nosotros somos santos en Él. Comúnmente pensamos que los santos son solo aquellos que la Iglesia ha canonizado, pero la verdad es que en nuestra cotidianidad podemos llegar a conquistar la santidad, haciendo de lo ordinario algo extraordinario. Para ser santos debemos primero ser humanos, pues la santidad comienza por una vivencia sana y consciente de nuestros dones, talentos y debilidades, para saber integrar todo en el servicio al Señor y a nuestros hermanos. Es por esto que el Evangelio de este día nos presenta la santidad como una vida que se compromete con la solución de los problemas de la realidad actual, de modo que la santidad se cultiva y se vive en la manera en que decidamos comprometernos con Dios en la transformación del mundo desde lo que somos y tenemos. Por ello, recordemos las palabras del Papa Francisco en su exhortación Gaudete et exultate, donde nos invita a vivir la santidad desde lo cotidiano: «Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante [...] son un reflejo de la Presencia de Dios »(GE # 7). Que en esta semana podamos profundizar en esta hermosa llamada, viendo cómo Jesús refleja en su vida la santidad del Padre.
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