La Providencia de Dios se hace real a través de nuestras manos

"Dios mío, dignate librarme; Señor, date prisa en socorrerme, que Tú eres mi auxilio y mi liberación: Señor, no tardes". 
(Sal 69, 2-6)

Hermanos, la liturgia para este domingo nos invita a contemplar y agradecer la Providencia de Dios en todos los ámbitos de nuestra vida. Ciertamente, el Señor sabe que necesitamos cubrir una serie de necesidades básicas; de hecho, nos faculta para ofrecer un servicio a la sociedad y a partir de nuestro trabajo, obtener nuestro sustento. Sin embargo, Dios es claro al advertirnos que tener resueltas las necesidades de orden temporal no implica que realmente seamos felices, pues nuestro bienestar será real solo cuando dejemos que su amor sea el referente en nuestra relación con Él, los hermanos, las posesiones. Así las cosas, nuestra vida no se desgastará en la angustia del «tener para sobrevivir», sino que fructificará en la alegría del «dar para vivir», tal y como lo muestra el Evangelio de hoy, donde la comunidad creyente se convierte en signo real y presente de la misericordia de Dios en el mundo. Recordemos que nosotros somos las manos del Señor para socorrer al pobre y desvalido. Para profundizar en esto, prestemos atención a las lecturas del Evangelio que se tendrán durante esta semana, pues mostrarán cómo Jesús toma partido a favor de la vida de aquel que está en peligro y se hace hermano cercano para restaurar la dignidad de aquellos que la han visto vulnerada. Ante la miseria y desigualdad que vivimos hoy, preguntémonos: ¿qué podemos hacer para aprender a reconocer la Providencia de Dios? ¿ Cómo podremos convertir la caridad en el motor que transforme la sociedad ?

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