"Señor, justo, tus mandamientos son rectos. Trata con misericordia a tu siervo".
(Sal 118, 137. 124)
Queridos hermanos, iniciamos esta nueva semana del Tiempo Ordinario con una hermosa, pero exigente tarea: ser constructores de una nueva sociedad desde el ámor. El apóstol Pablo, en su carta, nos ayuda a comprender que el amor sinónimo de hacer el bien al otro, más allá de la simpatia que pueda despertar o no en nosotros. Amar a los demás significa no hacerles daño, no engañarlos con trampas, no quitarles lo que les pertenece. Pero la tarea no se detiene allí, pues tanto el profeta Ezequiel como Jesús en el Evangelio nos dirán que no es suficiente con dejar de hacer el mal, sino que debemos incrementar los esfuerzos para prevenirlo y detenerlo en la fuente. ¿Cómo lograrlo? Siendo objetivos sin camuflar ni justificar acciones en contra de los hermanos, tal y como lo veremos a lo largo de la semana con la lectura de la carta del apóstol Pablo a los Corintios, que ayudará a la comunidad a darse cuenta de sus incoherencias y la invitará al cambio. De manera similar, diversas escenas del Evangelio nos mostrarán a Jesús insistiendo que primero debemos erradicar el mal que hay en nosotros para luego ser una ayuda adecuada para el otro, de lo contrario, seremos como un ciego guiando a otro ciego. Desde esta perspectiva, evaluemos nuestra vivencia del Evangelio durante la semana que culminó y preguntémonos ¿Aceptamos con facilidad nuestros errores? ¿Somos misericordiosos cuando otra persona se equivoca? ¿Dejamos que las simpatías nos lleven a ser permisivos con unos, y jueces implacables con otros? Que en esta semana podamos crecer en humidad para construir una nueva sociedad desde un corazón que ama con sencillez.
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