Amar para ser libres

Marcos 6, 45-52.
Meditación del Papa Francisco
Una sesión de yoga no podrá enseñar a un corazón a sentir la paternidad de Dios, ni un curso de espiritualidad zen lo hará más libre para amar. Este poder lo tiene sólo el Espíritu Santo. Al día siguiente al de la multiplicación de los panes los discípulos se asustan al ver a Jesús caminando hacia ellos sobre el agua. No habían entendido el milagro de los panes, porque su corazón se había endurecido.

Un corazón puede ser de piedra por muchas razones. Por ejemplo, a causa de experiencias dolorosas. Les pasa a los discípulos de Emaús, temerosos de ilusionarse de nuevo. Le sucede a Tomás, que se niega a creer en la resurrección de Jesús. Y otro de los motivos que endurecen el corazón es el cierre en sí mismo: Hacer un mundo en sí mismo, cerrado. En sí mismo, en su comunidad o en su parroquia, pero siempre cerrado. Y el cierre puede tener que ver con muchas cosas: pero pensemos en el orgullo, en la suficiencia, pensar que soy mejor que los demás, incluso en la vanidad, ¿no?

Existen el hombre y la mujer-espejo, que se cierran en sí mismos para mirarse a sí mismos constantemente. Pero, tienen el corazón duro, porque están cerrados, no están abiertos. Y tratan de defenderse con estos muros que hacen a su alrededor. […] El corazón, cuando se endurece, no es libre y si no es libre es porque no ama: así terminaba el apóstol Juan en la primera lectura. 

El perfecto amor echa fuera el temor: en el amor no hay temor, porque el temor supone un castigo, y el que teme no es perfecto en el amor. No es libre. Siempre tiene el temor de que suceda algo doloroso, triste, que me haga ir mal en la vida o arriesgar la salvación eterna... Pero tantas imaginaciones, porque no ama. 

Quien no ama no es libre. Y sus corazones se endurecieron, porque todavía no habían aprendido a amar. (Cf Ho milía de S.S. Francisco, 9 de enero de 2015, en Santa Marta).

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