Con razón María Santísima, la Madre del Mesías (el rey pacífico que nos trae la paz, no como la da el mundo), es llamada Reina de la Paz. Bajo esta advocación la celebran las naciones de América Latina. María es Reina de la paz porque aplasta la cabeza soberbia del Dragón infernal (Gn 3, 15), promotor del odio, la guerra, la división y la muerte entre los hombres. El Papa de la misericordia, Francisco, afirma que "la paz que Dios Padre desea sembrar en el mundo, debe ser cultivada por nosotros y también conquistada. Comencemos a abrir el corazón, despertando la atención del prójimo pues esta es la vía para la conquista de la paz. Esto implica una verdadera lucha, un combate espiritual que tiene lugar en nuestro corazón. Además de la guerra, también es enemiga de la paz, la indiferencia que hace pensar solo en sí mismo y crea barreras, sospechas miedos y cerrajones... Descubrir el rostro de Dios hace nueva la vida es un Padre enamorado del hombre, que no se cansa nunca de recomenzar de nuevo con nosotros para renovarnos". Nuestra Madre Santísima quiere conducirnos al reino de la paz, nunca de odios y rencores, de una paz con que se llenan los corazones que reciben la gracia de Dios (ls. 9,6) Queridos hermanos, esta celebración mariana debe conducirnos a ser personas de paz, fomentando la reconciliación en los ambientes donde nos encontremos. Le pedimos a Santa María, Reina de la paz, que nos continúe ayudando a erradicar el odio los rencores, la maldad, el egoísmo y la violencia, factores que promueven la guerra y la división, para que a través de su intercesión maternal vivamos en armonía.
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